
"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"
Opinión
Retos para una universidad inclusiva
Por Isabel M Martínez Lozano, Comisionada para Universidad, Juventud y Planes Especiales de Fundación ONCE
29/05/2014
Sabemos además que el factor más determinante para la exclusión social en el futuro, será la educación y el conocimiento y a este factor se unirá el de la discapacidad y otras realidades que inciden en una discriminación real en la vida de miles de personas. Por eso, no hay mayor instrumento para el futuro, que garantice la inclusión y el desarrollo personal y profesional de las personas con discapacidad, que la educación superior y una formación acorde con lo que la UE está demandando de la sociedad de hoy.
En los últimos 25 años la Fundación ONCE ha conseguido a través del empleo, que miles de personas puedan desarrollar una vida plena a través del empleo, superando obstáculos y barreras. Sin embargo, las acciones de formación que hasta ahora veníamos desarrollando no son suficientes. Necesitamos ahora la complicidad de las Universidades como actores claves del conocimiento y la formación superior, para ese gran reto de que la mayoría de nuestros jóvenes con discapacidad lleguen a alcanzar una formación superior.
La estrategia europea 2020, establecía dos grandes objetivos en materia educativa:
-Primero: llegar a ese 40% de personas de entre 30 y 34 años, con educación superior
-Segundo: reducir el abandono escolar temprano, hasta llegar a un máximo del 10-15%.
Si ya son importantes esos objetivos, para las personas y colectivos de la discapacidad el desafío es aún mayor, porque nuestras tasas de formación universitaria son aún escasas y las tasas de abandono escolar temprano muy altas. Hablamos de que aproximadamente sólo el 6% de las personas con discapacidad tienen formación superior y las tasas de abandono escolar de nuestros chavales, se sitúa en el entorno del 53%, (20 puntos encima de la media).
Hemos avanzado mucho en los últimos años. Hoy contamos ya con más de 20.000 alumnos y alumnas con discapacidad en la Universidad, casi la mitad en la UNED. Contamos también con una legislación avanzada que promueve una educación inclusiva, contamos con oficinas de atención a la discapacidad en todas las universidades, que se encargan de facilitar las adaptaciones y recursos necesarios para superar aquellos obstáculos que puedan existir para desarrollar con normalidad la actividad académica. Sin embargo, se necesitan más recursos y tenemos que ir avanzando porque aún son muchos los retos que tenemos que superar:
Seguimos teniendo problemas en el acceso a la Universidad. La mayoría de los jóvenes con discapacidad siguen quedándose en la secundaria y para eso hay que ser muy incisivos en la orientación y en programas de concienciación. Tenemos que estar en todas las disciplinas académicas, incluidas las ingenierías y las carreras técnicas. Tenemos que llegar a los másters y los terceros ciclos de formación superior, donde hoy no representamos ni al 0,5% del alumnado. Tenemos que promover la movilidad de los universitarios con discapacidad, y lo más complejo, tenemos que mejorar los procesos de tránsito desde la Universidad a la empresa o al empleo de calidad.
Aunque es verdad que una formación universitaria garantiza más oportunidades de encontrar empleo, todavía tenemos una amplia bolsa de personas con titulación universitaria en paro y a ellos tenemos que dirigir también programas adecuados de emprendimiento y empleabilidad para conducirlos a la vida activa.
La formación universitaria y el empleo suponen el objetivo vital más importante en la vida de una persona, no sólo porque nos ofrece un sustento, sino porque además nos ofrece capacidad de emprendimiento, crecimiento personal y profesional, prestigio y estatus social. Y sobre todo nos brinda siempre una oportunidad de desarrollar nuestras capacidades y seguir creciendo. Conocemos miles de casos de personas excepcionales que a lo largo de la historia han llegado a lo más alto, sin que su discapacidad fuera un obstáculo, desde artistas como Goya, David Hockney, ó Frida Khalo, a científicos como Albert Einstein o Stephen Hawking, pasando por jóvenes como Pablo Pineda o Oier Lakuntza, que han demostrado que no hay límites ni barreras al talento. Normalizar lo que hasta ahora era una excepción tiene que ser nuestro reto.