El acoso escolar es la expresión más descarnada de la hostilidad que padece el alumnado con discapacidad por el mero hecho de ser diferente en un entorno (el educativo) que privilegia la uniformidad y castiga aquello que se aparte del canon de normalidad impuesta. La discapacidad es todavía una realidad depreciada (y despreciada) en el imaginario escolar y se la castiga, también con acoso, nada imaginado sino muy efectivo, que resulta una suerte de hostigamiento extremo. Apenas las personas con discapacidad hemos conquistado (sin Dios ni ayuda, sino por nuestros propios medios) el espacio común de la escuela –nos queda la parcela resistente que supone la pervivencia de estructuras educativas no inclusivas-, nos vemos gravemente perturbadas por el pago de exacciones onerosas que nos recuerdan que todavía no hemos sido aceptadas del todo, entre ellas, el acoso escolar. El título de propiedad de haber accedido, de estar accediendo, aun tan precariamente, a la regularidad educativa se paga caro, con dosis reforzadas de persecución y asedio, hasta el grado del acoso.

 

Una forma cualificada de hostigamiento que no se ha detenido en las modalidades más habituales, las propias de la convivencia escolar presencial, sino que se ha sofisticado, tornándose más perverso y dañino si cabe, por medio de las nuevas vías de relación humana, omnipresentes en nuestra vida cotidiana hoy, de lo virtual: internet, redes sociales, mensajería instantánea, etc. Ya no es solo el acoso en vivo, se le agrega el ciberacoso, en el que también el alumnado con discapacidad es diana preferencial.

 

Cartografiar, trazar planos y mapas de esta extensa zona de sombra del acoso escolar por razón de discapacidad, no solo para conocer su dimensión y alcance, sino sobre todo para a partir del conocimiento más aproximado de los hechos luctuosos, plantear vías y estrategias de acción para combatirlo de modo eficaz, alertando, previniendo, repeliéndolo, para al fin y a la postre desactivarlo. Ese ha sido el propósito de este informe, promovido por la Fundación ONCE y el CERMI, la sociedad civil concernida, activa y comprometida, cuya positiva materialidad deja como tantas veces en evidencia la omisión culposa de las Administraciones, señaladamente, las educativas, que llegan tarde, mal y nunca cuando de la inclusión educativa del alumnado con discapacidad se trata. Incluso cuando lo que esté en juego es la tranquilidad, la seguridad y hasta la indemnidad de estos niños y niñas. Porque la autodefensa -este informe es un ejemplo cabal de ello- forma parte del elenco de acciones de empoderamiento en las que las personas con discapacidad estamos inmersas. Nos va la vida (una vida digna) en ello. 

 

(*) Texto del prólogo del estudio/informe “El acoso y el ciberacoso escolar del alumnado con discapacidad (2019)”, de Fundación ONCE y CERMI