Tuve el privilegio de conocer a Soledad Cazorla, Fiscal de Sala de Violencia contra la Mujer, gracias al Observatorio Estatal de Violencia, donde compartí con ella muchas horas de reuniones. Llenaba la sala de los plenarios con sus intervenciones, siempre precisas, fruto de un análisis detallado de los puntos objeto de debate, siempre desde un compromiso firme y una preocupación permanente en la lucha contra la violencia machista.

 

Recuerdo una de las últimas intervenciones, se preguntaba si realmente estábamos teniendo en cuenta a las víctimas de esta lacra social. Más allá de ideologías, de oportunismos, de coyunturas diversas, la voz profunda y clara de Soledad se alzaba para apuntar hacia lo que debe ser el eje de toda nuestra labor: las mujeres, las niñas, los niños víctimas de esta violencia que no cesa. 

 

Esta sociedad nuestra del siglo XXI necesita modelos de participación activa que desde cualquier instancia, pública y privada, peleen contra esta fuente de dolor y horror que permanece inmune a la globalización, a los avances tecnológicos, al progreso económico y social. Soledad era sin duda buen paradigma de ello, una compañera infatigable en la lucha contra la violencia contra las mujeres y un ejemplo de coraje que debe animarnos a seguir en nuestro empeño.