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CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 14 de diciembre de 2012cermi.es semanal Nº 60

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

SOS Discapacidad

Así viví la marcha

No nos gustan las tijeras

Por Jorge Ledesma Mora, hijo de Juan Antonio Ledesma, miembro del CERMI

11/12/2012

Hacía frío, pero ni una sola nube. Nunca había visto una bandera de España tan grande. La verdad es que estaba nervioso, inquieto, porque era mi primera concentración. Claro, que sólo tengo 12 años.

Mi padre me explicó que miles de personas con discapacidad se iban a echar a las calles para defender sus derechos, para poder ir a sus asociaciones, para continuar con la rehabilitación, para tener un trabajo, para comprar sillas de ruedas y muletas, para recibir ayuda en casa… Bueno, en resumen, para tener una vida “normalizada”, que debe ser algo así como vivir igual que el resto de la gente que no tiene discapacidad.

Llegamos muy pronto a la Plaza de Colón. Lo primero que vi fue una pantalla enorme de televisión. Unos amigos de mi papá nos dieron unas pegatinas que ponían “SOS Discapacidad”. Las colocamos en los abrigos, para que se vieran bien. Ayudé a mi padre, que va en silla de ruedas, a subir por una rampa hasta el escenario. Me había contado que él tenía que presentar a todas las personas que iban a leer un mensaje de apoyo a las personas con discapacidad. Antes, debían probar los micrófonos y hacer pruebas de sonido.

Conocí a muchos de sus amigos, a muchas personas con discapacidad. Iban también en silla de ruedas y con bastones, vi a niños de mi edad con síndrome de Down, a personas que hablan con las manos, a otras que son ciegas con sus perros guías. Y todas llevaban las mismas pegatinas que yo. ¡Ah! Y le pedí un autógrafo a Teresa Perales, a la que había visto por televisión en los Juegos Paralímpicos de Londres. Sé que tiene 22 medallas en natación, que nadie tiene tantas como ella.

En poco tiempo, la plaza y las calles se llenaron de personas con banderas y pancartas. Nunca había visto a tantas personas juntas, ni siquiera en los partidos de fútbol. Parecía una gran fiesta, aunque todos hablaban de la crisis, de los recortes y de un montón de problemas que yo no entendía bien. Por los altavoces decían que eran más de 50.000 personas, que habían venido de todas las ciudades de España. Creo que contaron de menos, porque luego vi en las noticias que eran más de 90.000. “Tantas personas como caben en el campo del Real Madrid”.

Llegó la hora de subir al escenario. Además de mi papá, arriba estaban Teresa Perales, un chico con síndrome de Down que hizo un video en Internet pidiendo trabajo, una mujer que hablaba con las manos, la mamá de una niña con autismo (yo no sabía que era el autismo), una niña ciega, un señor mayor de Grecia y Luis, un amigo de papá al que conocía por la fotografías de algunas revistas que están en casa.

Mi padre fue el primero en hablar. O en gritar, porque casi se queda sin voz. Animaba a la gente a aplaudir, decía que era la primera vez en el mundo que se habían juntado en la calle tantas personas con discapacidad. “Es un día histórico”, gritó más una vez.  Todas las personas que hablaron en el escenario decían que los políticos no pueden recortar las ayudas a las personas con discapacidad, que tienen derecho a un trabajo, a recibir la ayuda necesaria para salir de casa y llevar una vida normal con sus familias y sus amigos. Pero sin dinero, creo que no pueden hacer nada, y eso no me parece justo. Ellos tienen más dificultades que yo en muchas cosas y creo que es justo que los políticos les presten atención y escuchen sus problemas.

En mi colegio hay un niño en silla de ruedas. Se llama Sergio. Como no puede subir las escaleras, este curso nos han cambiado de clase a la planta baja, para que pueda entrar y salir bien. Pues eso mismo tienen que hacer los políticos con todas las personas con discapacidad, ya sean personas sordas, ciegas, con síndrome de Down o con problemas para caminar.

Mi profesor, que se llama Gonzalo, me pidió una redacción sobre ese día. Yo he escrito este trabajo, contando todo lo que viví. Le he puesto el título de “NO NOS GUSTAN LAS TIJERAS”, una de las frases que gritaban todas las personas que se manifestaron. Al terminar de hablar, muchas personas se abrazaron entre ellas, estaban felices porque  se habían unido para defender sus intereses. Muchos abrazaron a papá. Yo nunca le había visto tan contento.

En mi caja de secretos, guardo las pegatinas, el autógrafo de Teresa y unas fotos que recorté de los periódicos. Cuando sea mayor, seguro que entiendo mejor qué son los recortes, la deuda, la crisis… Por ahora, sólo quiero que las personas como mi padre puedan trabajar, salir a la calle, ir al médico, al gimnasio, al colegio y a todos los sitios como los demás. Y si necesitan ayuda, pues que no se las quiten, porque eso sería una injusticia.

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