Reseña
Reseña literaria del libro 'La beneficencia, la filantropía y la caridad', de Concepción Arenal
A contra corriente de su época
Por Paulino Azúa
27/11/2015
El CERMI acaba de publicar, en su colección Empero, el libro “La beneficencia, la filantropía y la caridad” de Concepción Arenal, una relevante personalidad del siglo XIX, poco conocida en la España del XXI, mujer adelantada a su tiempo, estudiosa de lo que hoy calificaríamos como “lo social” y, de manera especial, del mundo de los excluidos, las personas en situación de pobreza o los sometidos a penas de prisión.
Esta edición va precedida de una magnífica introducción escrita por el periodista y antiguo director de la agencia Servimedia, José Julián Barriga, quien sitúa al lector ante la personalidad de Concepción Arenal encuadrada en su época, época apasionante de la historia de España, y su lucha por combatir la desigualdad imperante en nuestro país. Barriga considera a esta mujer, a su juicio extraordinaria, como una de las personalidades más influyentes en la España del siglo XIX. Amiga y colaboradora de Giner de los Ríos, destaca el autor del comentario introductorio su independencia ideológica, su ascendiente católico, la valentía de su discurso y su vinculación al movimiento krausista y a la Institución Libre de Enseñanza.
Cabe decir que esta obra de la autora gallega no puede estar más de actualidad, precisamente porque, en algunos aspectos, retrata una sociedad no tan diferente de la que ahora contemplamos y porque apela, desde su sentimiento cristiano, a la necesidad de conjugar la acción individual con la responsabilidad pública, sea ésta empresarial o de gobierno.
El libro tiene una primera parte que es un recorrido histórico de la beneficencia en España, recorrido crítico que concluye con su afirmación de que “Salvas excepciones harto raras, debidas a individuales esfuerzos, el estado de nuestra Beneficencia es deplorable: la palabra parece dura, pero tiene una triste exactitud.” Como muestra, cita textualmente algunos párrafos de la Memoria del Gobernador de Madrid sobre el hospital de la Corte que justifican la visión pesimista de la autora. También hace referencia a lo que ella califica como “la primera discusión sobre el pauperismo”, durante el reinado de Felipe II, en la que tomaron parte el abad Juan de Medina y Domingo de Soto, Catedrático de Teología en Salamanca. Llama la atención que, en este ámbito, ignore al humanista valenciano Juan Luis Vives a quien, en esa misma época de principios de la Edad Moderna, su visión de la pobreza y de la atención que ésta debe recibir le sitúa, en opinión de algunos autores, como bisagra entre la perspectiva medieval de la pobreza como virtud cristiana y la moderna de la pobreza como problema.
Este recorrido histórico se completa con un cuadro cronológico de los principales establecimientos de beneficencia en España, con el nombre de la localidad donde estaban ubicados, el nombre del fundador y el año de su fundación. Es una relación cercana a los 150, que se inicia en 1058 con el Hospital de San Juan, creado en Oviedo por el rey Alfonso VI y finaliza con el Hospital para hombres incurables, creado en Madrid por el Gobernador Melchor Ordoñez en 1852.
En la segunda parte del libro se muestra la Concepción Arenal proactiva cualidad que, en opinión de Barriga, constituye el único elemento diferenciador de los miembros de la Institución Libre de Enseñanza.
En el capítulo primero de esta parte de su obra, la autora define cada uno de los conceptos que dan título al libro a los que considera como los principios que se deben seguir para enlazar la caridad privada con la beneficencia. Para ella, tanto la beneficencia como la filantropía y la caridad tienen como denominador común la compasión, entendida en su sentido etimológico de “padecer con”, pero mientras a la primera la define como compasión oficial que ampara al desvalido por un sentimiento de orden y de justicia, la segunda tiene un carácter filosófico que actúa por amor a la humanidad y la conciencia de la dignidad de las personas. Finalmente, define la caridad como compasión cristiana que acude al menesteroso por amor de Dios y del prójimo.
El segundo capítulo contiene una serie de reflexiones y propuestas sobre un asunto aún objeto de discusión hoy en día: hasta dónde deben extender su acción el Estado, las asociaciones caritativas y los particulares. Reflexiones y propuestas que merece la pena leer para comprender cómo se las gastaba esta mujer, luchando contra una sociedad aún alejada de cualquier atisbo de la noción de bienestar social.
El tercero y último aborda la cuestión de los medios necesarios para poner en armonía la acción del Estado, de las asociaciones caritativas y de los particulares, fundándola en la economía social y en el sentimiento religioso. La sola mención del título habla bien a las claras de un enfoque de los problemas sociales adelantado a su época, por no hablar de la importancia de la publicidad, ya señalado por Barriga, a la que considera como “...el único medio de que se forme opinión pública en materia de Beneficencia”.
Este trabajo de Concepción Arenal finaliza con unas conclusiones, entre las que destaco: “Lo repetimos, una ley de Beneficencias que llene su objeto no puede salir de las Comisiones del Congreso, ni de las secretarías del Ministerio. Las personas especiales en este ramo viven muy lejos de la política y del poder. El legislador debe buscarlas por los muchos medios de que dispone”. Dicho esto en pleno siglo XIX.