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viernes, 3 de diciembre de 2021cermi.es semanal Nº 461

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Cuarto de invitados

Mariza, cantante

"No me considero fadista sino intérprete, cantante"

Por Esther Peñas

03/12/2021

Fotos: Álex Brun

Marisa dos Reis Nunes, Mariza (Maputo, Mozambique, 1973), es una de las cantantes portuguesas más reputadas internacionalmente. Entre otros haberes en su comanda profesional, ser parte del elenco de Fados, la película que dirigiese Carlos Saura en 2007, y embajadora de buena voluntad de Unicef. Aprovechando la coincidencia del aniversario del centenario de la gran fadista Amalia Rodrigues con los veinte que lleva sobre el escenario la mozambiqueña, presenta Amalia, un recorrido sucinto por el repertorio de su maestra, un tributo sentido y elegante.

Mariza, cantanteEn estos veinte años de carrera, ¿qué ha permanecido inalterable en Mariza y qué ha ido cambiando tanto que ya no se reconoce?
 
Nadie me había hecho esa pregunta… lo que vive… lo que he perdido… he perdido la inocencia, la inocencia de entrar en un escenario sin miedo, de no sentir la responsabilidad del principio. Hace veinte años, con mi primer disco, sentía curiosidad ante el público, por qué quieren escucharme, me preguntaba. Veinte años después hay una enorme responsabilidad, ten en cuenta que canto y llevo la cultura de mi pueblo, y quiero hacerlo de la manera más correcta y más perfecta posible, sabiendo que no hay nada perfecto. Me encanta la sensación, al terminar algún concierto, de que ha sido casi perfecto. Sí, he perdido esa inocencia del no miedo; ahora, antes de cantar, tengo ganas de vomitar, sudores fríos, cada vez en más terror. Lo que ha quedado después de estos veinte años es la voluntad de cantar, eso no lo he perdido, es algo visceral, lo que no quiere decir que no haya días que no tenga ninguna gana de cantar, sobre todo cuando el volumen de conciertos es muy grande, algún año más de doscientos. Pero en cuento pisas el escenario sientes esa energía inexplicable. 
 
¿Cómo se prepara un repertorio, está abierto a la improvisación?
 
Sí, claro, hay muchos cambios de última hora. Un concierto tiene una línea, hay temas que tengo que cantar siempre, forman la columna dorsal del espectáculo pero luego llego a la sala, antes del ensayo, y allí decido cómo empezar, si hacerlo suave, clásico, potente. Durante el concierto también hay veces que necesito intercalar algún tema que no estaba contemplado o modificar alguno que sí estaba previsto. Por ejemplo, de pronto siento que tal canción ha de interpretarse solo con acordeón, o guitarra. No es nada estático el repertorio.
 
Compártame un recuerdo por el que haya merecido la pena este trabajo.
 
Tantas cosas bonitas han acontecido en veinte años… En los inicios, cuando íbamos de gira no teníamos dinero y casi pagábamos por cantar en ciertos espacios, en el sentido de que lo que recibíamos apenas llegaba para la gasolina y la comida, pero la experiencia de hacerlo era increíble. Al principio de mi carrera, recuerdo una ocasión en la que actuaba en un club en Nueva York. Al ir hacia allí, pasamos por delante del Carnegie Hall, donde actuaba una cantante de ópera que me gusta muchísimo, Cecilia Bartoli, y le dije a mi representante: «Un día voy a tener dinero para poder comprar una entrada para un concierto de Cecilia». Y él me contestó: «Un día, actuarás en esta sala». Cinco años después, yo misma cantaba en el Carnegie Hall. La vida es increíble. A partir de ahí, todas las cosas que pido las hablo con el universo, no me ha fallado nunca.
 
Mariza, cantante, con Esther Peñas, periodista¿Cuánto de azar y cuánto de voluntad tiene llegar a donde usted lo ha hecho en el mundo de la música?
 
De trabajo, el noventa por ciento, muchísimo, casi todo. Puedes tener una estrella, pero tienes que colaborar para que esa estrella pueda intervenir, es como esa historia en la que un náufrago se está ahogando y van pasando barcos delante de él, tratando de ayudarlo, y él declina las ayudas porque «Dios proveerá». Dios proveyó, pero él no supo verlo. Además, no creo en el azar. No me gusta el azar. Si no consigues algo es que no es el momento o no era para ti esa oportunidad.
 
Entonces, ¿es cuestión de tiempo?
 
Sí. Es que hay cosas que no son para nosotros. 
 
Por muchos estilos en los que usted destaque, ¿siempre será una fadista?
 
¡En absoluto! He crecido en un barrio muy típico donde decir de alguien que es fadista es algo muy serio. Es lo mejor que le puedes decir a alguien. Y normalmente quien concede ese «título» son los mayores. Si quieren hacerte un elogio, te dicen eso: fadista. El otro día, en Lisboa, al salir del estudio, un hombre mayor me lo llamó. Fue algo muy bello para mí. Pero no me considero fadista sino intérprete, cantante, y me siento como tal. De hecho, en mi repertorio hay más temas que no son fados que fados propiamente dichos. 
 
Todo el mundo conoce el fado, pero hay gran desconocimiento porque se piensa que todos son tristes, cuando tiene una gama de matices. 
 
Así es. El fado es melancólico, pero no triste, sino dulce, porque es una música que habla de los sentimientos de la vida, fundamentalmente del amor y del desamor, porque no hay ser humano que no busque el amor en cualquiera de sus formas: compañeros, padres, hijos, amantes… el amor es esencial para el ser humano, para sobrevivir, sin él no somos nada, y el fado explora ese sentimiento, pero no siempre es triste. Como la vida de las personas, tiene sal y azúcar.
 
¿De qué cura la música?
 
Mariza, cantanteHay días que cura todas las noches, y procesos en la vida que te duelen tanto que solo cantando puedes curar; es un bálsamo, yo he tenido muchas fases así, y otras en las que es una purga, porque estás lleno de veneno y cantas para limpiarte. Y hay días que no canto por no sufrir. De hecho, hay fados que duelen tanto que termino llorando después de cantarlos, pero también permiten respirar, es un proceso. 
 
¿Puede entenderse Mariza sin Amalia Rodrigues?
 
Claro que sí, Amalia es la diva, la voz. La conocí muy tarde en mi vida y de inmediato me apasioné por su legado, pero como me apasiona el legado de Frank Sinatra o Nina Simone. Amalia me es más próxima, es de casa, tiene mi lengua, pero somos muy distintas al mismo tiempo, como cantantes y como personas, hemos llevado vidas dispares, probablemente ideales alejados… pero me encantaría haberla conocido.
 
Usted ha trabajado con letristas fantásticos. ¿Por qué se decidió de pronto a componer?
 
Toda la vida he escrito, tengo junto a la cama un cuaderno y un bolígrafo, duermo mal, me despierto, fumo, bebo un poco de agua, escribo. Escribo para quitarle los demonios a la noche. Escribo todo, las ideas, los miedos, las lágrimas, cartas que nunca he enviado. Cuando estoy haciendo un disco, las letras las copio con mi letra. En este disco, lo que ocurrió es que, sin querer, se coló entre las letras una mía, llegaron al compositor, y después al productor. Cuando me di cuenta ya era tarde. Si me siento desnuda en un escenario, ¡imagínate cantando algo que sabes qué lo inspiró y por qué! La canto de vez en cuando.
 
¿Y eso no fue azar?
 
No.
 
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