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CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 01 de noviembre de 2019cermi.es semanal Nº 365

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Cuarto de invitados

Andrés Neuman, escritor

“Habría que ver si la imperfección no genera más interés, más intriga y más relecturas estéticas”

Por Esther Peñas

01/11/2019

Hay un regusto de maestría, de lecturas incorporadas, de homenajes en suspenso, de lugares de espera habitados en lo que escribe, sea poesía, novela, ensayo o relato. Sin embargo, en Anatomía sensible (Páginas de Espuma), Andrés Neuman (Bueno Aires, 1977) articula en torno al cuerpo un ramillete de piezas fronterizas por todos sus costados, sin que obtenga salvoconducto claro. En cualquier caso, de factura impecable, la propuesta también es política: ¿caben, los cuerpos dionisíacos, no apolíneos, en nuestra sociedad? ¿Existe el cuerpo? ¿Qué precio pagamos por mostrar el cuerpo en las redes sociales? ¿La cicatriz, la discapacidad, es bella?

Andrés Neuman, escritor (© Rafa Martín)Con este frío, la portada de su libro, una espalda desnuda…
 
Hay ciertas sensaciones corporales que recuperas cuando te tienes que abrigar, de algún modo tienes que asistir al cuerpo cuando llega el frío. Curioso empezar la promoción después de tantos meses de calor. De algún modo me parece apropiado. 
 
Aunque el verano parece un momento térmico al menos más propicio para el cuerpo, mucho más descubierto…
 
El verano es más de ver el cuerpo, y el cuerpo ajeno, y en invierno el mundo te recuerda que tú tienes un cuerpo y que está lleno de necesidades más o menos torpes o de desamparados, es más introspectiva la relación con el cuerpo en invierno; en verano somos voyeur accidental, te topas con la evidencia del cuerpo ajeno quieras o no. Pero los huesos opinan en invierno, un estado más reflexivo para el cuerpo.
 
¿Cuál es la línea que separa el relato de la prosa poética?
 
Es una línea que prefiero no saber dónde está. Si la pregunta es si esto son relatos, lo dudo, y no pretendo que lo sean. Son textos con ingredientes narrativos, pero nunca me atrevería a decir que es un libro de cuentos, como sí tengo en mi haber. La editorial, Páginas de Espuma, ha ido evolucionando, de ser solo una editorial de cuentos y ensayo, a especializarse como editorial de formas breves, como las llamaba Piglia, atenta a toda literatura que tenga que ver con la experimentación con la brevedad. Muy a menudo eso deviene en cuentos y otras, en libros más extraños como es el caso. 
 
Participa de muchos géneros: tiene algo de cuento, de poema, de observación, de reflexión, algo diarístico incluso…
 
Me interesaba mucho la posibilidad de que el libro tuviese una especie de coherencia interna en cuanto al juego, que jugase con la idea del género tanto literario como sexual. Igual que es un libro difícil de detectar, de clasificar, porque como dices pertenece a todos los géneros sin conformarse con ninguno: tiene componentes de ensayo, de argumentación, la estructura interna es de relato breve, en apariencia, la prosa se sostiene en un cierto aliento poético y cuenta con un fraseo aforístico. En realidad tiene algo de multigénero, el punto de vista de la voz que observa y siente el cuerpo en el libro tampoco adopta un género estático, no se sabe si habla un hombre, una mujer, si es hetero, gay, o las dos cosas, hay una deliberada búsqueda de un punto de vista móvil que no habla en nombre de un solo sexo o identidad, sino que trata de considerar como un poliedro cada parte del cuerpo. ¿Qué tiene la humanidad que decir sobre la espalda? ¿Qué hemos sentido respecto de la espalda del prójimo, seas quien seas, sumando las perspectivas? Me parecía que si la identidad de género de la voz narradora era múltiple, el género literario, también. 
 
Si “el cuello es el periscopio del yo”, ¿cuál sería el periscopio de lo poético?
 
Ja. Probablemente la metáfora, utilizada con cautela y precisión. De hecho, las metáforas y el poder de asociación son tan poderosas que hasta la escuela surrealista trató de organizarlas científicamente, lo cual era un disparate, pero sabemos que hay en la capacidad de asociación una manera de ver más allá, una especie de poder subversivo de la metáfora loca que se la ha tratado de normalizar e incluso de oprimir desde la escuela: pensemos en que no casualmente los símiles que se enseñan en la escuela con respecto al cuerpo son terriblemente canónicos. Qué es un símil: “dientes como perlas”, “cabellos como el oro”, “piel como la seda…” el símil para definir el símil en la escuela era una idea normativa y opresiva de la idea del cuerpo. Como si la escuela te estuviera diciendo “no pienses otra cosa del cuerpo que lo que tienes que pensar”. Hay una cierta relación desde la base entre pensamiento metafórico y construcción imaginaria del cuerpo. Cuando esas metáforas o símiles se embalsaman, se enjaulan y se limitan es como que el corpus del lenguaje y el lenguaje del cuerpo se quedasen en el mismo sitio, y hay otra forma un poco más rebelde de conjugar lenguaje y cuerpo que es la que me interesaba intentar en este libro.
 
Anatomía sensible, una reivindicación del cuerpo en un momento en que se mercantiliza al máximo y, por tanto, se instrumentaliza… Lo muestra, de mil maneras, pero ‘no está’…
 
Tenemos que hacer una redefinición del cuerpo, para bien y para mal; el cuerpo está sometido a toda clase de tensiones, no me refiero a los dolores propios sino a la idea del propio cuerpo. Estoy de acuerdo contigo, por un lado hay un momento de falsa mostración del cuerpo, falsa no porque la gente pose compulsivamente, cosa que me aburre mucho…
 
…que también…
 
Andrés Neuman, escritor (© Anto Magzan)Que también. No tengo Instagram, no porque esté en contra, pero no me gusta lo que hace con tu tiempo y tus emociones, a pesar de que las veo muy interesantes y me gustan y las leo, pero en las redes sociales, sobre todo aquellas basadas en la imagen, amagan con ser exhibicionistas pero en realidad son una máquina de ocultación, porque es muy poco y siempre lo mismo lo que mostramos de nuestro cuerpo. Es más, las redes sociales, muchas que censuran cuando se va más allá de lo pudoroso, emplean un criterio muy decimonónico a la hora de decidir lo que se puede mostrar o no en ellas. Lo peor es que muchas veces no necesitamos la censura, los propios usuarios tendemos a ocultar el perfil malo, a quitar el defecto y la imperfección, luego se va colaborando en un imaginario alienante que tiene que ver con la prohibición del exceso o la imperfección, y solo queda la ecualización. Precisamente a pesar de que estamos más cerca que nunca de la posibilidad de ver cuerpos, nunca ha habido tal saturación de ellos, al menos audiovisual, paradójicamente estamos mucho más lejos de la realidad corporal que en la época de los cuadros de Rubens, por ejemplo, donde había un modelo más similar al del observador.
 
Es decir que estilizamos perversamente nuestros cuerpos…
 
Creo que esa estilización del cuerpo tiene que ver con la incapacidad de asumir el cuerpo tal y como es. Y tiene consecuencias nocivas, a nivel personal, deriva incluso en patologías graves, como la anorexia, la bulimia… puede ser tan peligroso como eso, y en los casos no tan trágicos las consecuencias son menos visibles, tienen que ver con nuestra incapacidad de aceptar la imagen nuestra y de representarla. Cerramos los ojos y ya no vemos el cuerpo, sino el resultado photoshopeado del cuerpo. En ese sentido, los discursos artísticos pueden librar la batalla en ese aspecto y tratar de ejercer de contrapeso para ensanchar el imaginario y oponerse a esa visión alienante del cuerpo. Además, más del noventa por ciento de las personas que consumen esas imágenes o las producen no tienen ese tipo de cuerpos, hay un borramiento del cuerpo real, una negación del mismo por parte de la mayoría de las personas. Fíjate en el cine, en los anuncios, en las series… eso produce que, como los vampiros, te mires al espejo y no tengas cuerpo porque no está representado en ningún sitio, no hay nadie que esté reconociendo su posible belleza. Por eso este libro también pretende contribuir colectivamente a proponer otros modelos de belleza porque los cuerpos otros y diversos hace falta poetizarlos. No solo luchar por sus derechos, sino que tengan un correlato en la práctica estética diaria.
 
Comienza con una cita de Butler, pero hay poco de lo abyecto, de la desposesión, de la huella de género que reivindica en sus textos la norteamericana en los cuerpos de hoy en día… Pienso en la discapacidad, por ejemplo, para que estos cuerpos otros sean poéticos, ¿desde dónde tienen que ser mirados?
 
Para empezar, tener un concepto flexible de lo poético. Lo poético es algo que te mueve a preguntas sobre la belleza; en ese sentido, lo poético es estético. El problema es que vivimos en una época que confunde estética con cosmética. La estética cuestiona qué es la belleza como rama de filosofía, la cosmética emula o reproduce un modelo heredado o maquilla lo que hay para que se parezca lo más posible a una belleza preconcebida. Casi todas las operaciones de las que llamamos estéticas son cosméticas, tratan de que nuestro cuerpo se parezca lo más posible al cuerpo ajeno, en vez de aceptar y resaltar su propio cuerpo. Para poetizar sobre ciertas asimetrías hoy llamadas fealdades hay que hacerse cargo de que la poesía no siempre reproduce modelos sino que trata de juzgarlos. Se trata también de amor por el detalle y la observación, lo que nos exalta en realidad debería de generar gratitud. Piensa en una nariz desproporcionada: si se la proporciona la mirada pierde punto de anclaje, una vez uniformizada pasará de largo en esa cara. En cambio, una buena nariz, una nariz desproporcionada lo que hace es pedir una relectura. Las imperfecciones y las asimetrías lo que hacen tantas veces es fijar la observación para tratar de descifrarlas. No solo que la imperfección tenga derecho a existir sino que habría que ver si no genera más interés, más intriga y más relecturas estéticas. Además, como todo es emulativo, en la medida en que se creen discursos estéticos alrededor de cuerpos diferentes y edades distintas podrá haber un mayor gozo público del cuerpo. Parecemos muy hedonistas en nuestra obsesión con el cuerpo pero tenemos con él una relación increíblemente represora. 
 
El libro incluye algo parecido a una poética de la vejez…
 
Andrés Neuman, escritor (© Antonia Urbano)Puesto que hay un cuestionamiento del género, en todos los sentidos, también se da un intento de experimento intergeneracional; me parece muy importante que haya un diálogo estético de todo tipo entre generaciones, porque estamos  en un momento de excesiva compartimentación de las tribus, y hay más comunicación en el interior de la tribu que entre tribus. Por ejemplo, el tobillo de las señoras mayores, que a su paso arrastran varices, tiene en su caminar una autobiografía, no solo hay poética en su camino, también memoria. La forma superior del conocimiento es el diálogo con la vejez. Si tenemos la suerte de llegar.
 
Le devuelvo una pregunta, cuando se escribe, ¿las manos dan o recibe?
 
Es una de las preguntas más bonitas que me han hecho en mucho tiempo… por insólita y por el concepto que trae… Diría que escribir se parece más de lo que creemos a traducir y, por tanto, a dar y recibir; recibimos una cantidad incalculable de regalos y agresiones de la realidad, estados de gratitud y daño extremos, y al mismo tiempo iniciamos una conversación con el prójimo desconocido que es la cosa más maravillosa que se puede hacer cuando uno trabaja con su soledad. Exactamente las dos cosas, como una mano que se acercase para coger algo de un botecito y sin querer dejase otro algo a su vez, o como alguien que está tratando de depositar algo en una mano ajena y por sorpresa cuando vuelve a abrir la mano descubre que en realidad le han dejado otro algo en la palma de la mano, como la flor de Coleridge, con la que se sueña en el sueño y al despertar está en la mano. 
 
Quizás sean dos momentos de lo mismo, dar y recibir…
 
Exacto, nunca he pensado que dar y recibir sean dos actividades separadas, no creo que se pueda dar sin recibir y viceversa, si das sin recibir, resulta una manera muy sutil de egoísmo, una forma perversamente inteligente del egoísmo, es generar deudas todo el tiempo, crear egoísmo de segundo grado. Si no recibes no te puedes poner en el lugar de las personas a las que le estás dando, con lo cual el ejercicio de dar no se consuma, hay que saber qué se siente al estar recibiendo para dar bien. El intercambio de la escritura es muy intenso, crees que estás inventando un personaje y lo que estás por fin es entendiéndote; crees que estás hablando de ti y de tu ombligo y hay gente que siente que hablas de ella... 
 
¿De veras “existe el alma lo mismito que el codo”?
 
Es una cuestión cualitativa, ¿si existe con esa evidencia..? bueno… tiene algo de juego ese último capítulo, pero de juego serio, igual que no hemos superado la visión griega del cuerpo, y no hay que olvidar que los primeros desnudos del arte en Occidente preceden al estudio serio de la anatomía, luego hablamos de desnudos preanatómicos, seguimos bastante apegados a la división bipartita alma/cuerpo. Me gustaba la idea de encarnar el alma y espiritualizar el cuerpo y, volviendo a esas metáforas escolares pedorras, “los ojos son el espejo del alma”, pensé: Si fuese alma, jamás me asomaría en los lugares donde me esperan, haría acto de presencia en una uña, detrás de una rodilla… 
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