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Marta Muñoz Sigüenza, asesora jurídica de la CNSE
La humanidad ante la justicia
09/07/2021
Beatriz Sancho
Marta Muñoz, asesora jurídica de la CNSE, nació en el seno de una familia repleta de personas sordas, y quizás eso le allanó el camino de su cabal inclusión educativa, social y laboral. Pero no por ello perdió de vista a otras personas que lo han tenido realmente difícil, y de ahí su vocación por la Justicia y el Derecho, su afinidad y loa por la CNSE y por el asociacionismo, su indiscutible vínculo con el feminismo y, en definitiva, con la solidaridad, ese gran “motor de progreso” en el que descansa su fe.
El carácter reivindicativo heredado de su familia y su perpetuo entusiasmo por las películas y series en las que los acontecimientos giran alrededor de un juzgado fue lo que llevó a Marta Muñoz Sigüenza, asesora jurídica de la
CNSE, a estudiar la carrera de Derecho. “Los juicios, la preparación de las defensas, la búsqueda de la verdad o la tensión de todo el proceso…”, relata Marta Muñoz ante un mundo para ella inagotable de posibilidades, “¿puede haber algo más apasionante que la humanidad ante la Justicia?”.
Marta es una persona sorda, pero le sigue pareciendo extraño que aún le pregunten sobre cómo ha afectado su discapacidad en el transcurrir de su vida. Una gran parte de su familia está compuesta por personas sordas: su padre, su madre, su hermana, su cuñado y sus sobrinas, y siempre se han comunicamos en lengua de signos, por lo que, como ella refiere, ha crecido en un entorno familiar en el que la discapacidad es algo “muy subjetivo, algo que no surge en mi familia, sino fuera de ella”.
Es más, para esta burgalesa convencida su sensación es que “el mundo tiene muchas discapacidades” porque” “todo se hace según un imaginario colectivo, para un determinado tipo y modelo de personas, cuando sabemos que la realidad es enormemente diversa”, e “ignorar esta diversidad”, denuncia, “sí que es una discapacidad muy preocupante”.
Sin embargo, asegura la asesora jurídica de la CNSE que, a diferencia de la mayoría de las personas sordas, ella siempre fue “consciente” de su propia realidad y que su entorno familiar evitó cualquier conflicto tanto respecto a su identidad personal como lingüística.
UN MUNDO CON DISCAPACIDAD
A pesar de que Marta Muñoz no tuviera problemas a lo largo de su vida para incluirse en la sociedad, siempre se dio cuenta de que otras personas sordas lo han tenido “mucho más difícil” porque “han sufrido, y sufren”, mucha “ansiedad” intentando ser “personas normales” y “auténticas crisis personales, a veces, de por vida”. Es por ello que la asesora jurídica de la CNSE subraya su faceta más reivindicativa de los derechos humanos de las personas con discapacidad, del asociacionismo en general, de las lenguas de signos y, con especial cariño, del feminismo.
Aboga, por ejemplo, que detrás del artículo 30 de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad (
CDPC) sobre el derecho al reconocimiento y apoyo de la identidad lingüística en la lengua de signos y la cultura sorda, “está un largo y duro trabajo de las organizaciones nacionales e internacionales de personas sordas, sabedoras de primera mano de la trascendencia que estas cuestiones tienen sobre la vida de una persona”. “Y este conocimiento”, explica, “viene de la experiencia de personas sordas en esas organizaciones que, como yo, hemos podido vivir una infancia estable emocionalmente y exenta de esa ansiedad por el deseo de ser “normal” según unas convenciones”.
“Vivimos en un mundo con discapacidad porque no ha sabido adaptarse a la realidad humana diversa y multicultural”, critica la activista, que “está lleno de obstáculos para quienes no pasan por la vara de medir”. Estos van desde los más simples como la ausencia de subtitulado en la televisión para disfrutar de los programas infantiles cuando ella era pequeña, hasta lo más importante donde entraría, sentencia la burgalesa, la Educación.
Respecto a este ámbito, Muñoz confiesa no tener buenos recuerdos de su paso por la escuela. Como la mayoría de las personas sordas de su generación, entonces se creía que incluir a una alumna o alumno sordo consistía en “aislarla de otras personas sordas en el aula para que hiciera todo el esfuerzo posible para salir adelante”. “Aún hoy en día”, juzga, “se sigue creyendo que la educación inclusiva es esto, ignorando que no existe el alumnado inclusivo, sino las escuelas inclusivas”.
En este mismo sentido, denuncia que en casi todas las escuelas de España se están violando sistemáticamente los principios declarados en la Convención de la ONU e ignorando la
Declaración de Salamanca de 1994, en la que se recordaba “la excepcionalidad de la agrupación de alumnado sordo para dar cumplimiento a una verdadera educación inclusiva”. De ahí que, la
Federación Mundial de Personas Sordas, según datos realizados por la propia Muñoz en el Máster en Estudios Avanzados en Derechos Humanos de la
Universidad Carlos III de Madrid, “lo haya denunciado públicamente, y varias veces”.
La educación inclusiva de las personas sordas es algo que atañe, afecta e involucra a la asesora jurídica de la CNSE especialmente, y su opinión, muy pulida, deja entrever una sincera preocupación cuando lamenta que “la situación no ha cambiado mucho casi 20 o 30 años después, al menos no en España”, y que sigue viendo, en la actualidad, como “las Administraciones educativas siguen incumpliendo sus obligaciones sistemáticamente”, incluso “a las puertas de la celebración, en abril de 2022, de la
Conferencia Mundial de la WFD que”, según anuncia, “tendrá la educación inclusiva de las personas sordas como tema principal”.
Sin embargo, la burgalesa hace especial hincapié en el nivel educativo de Secundaria y en el universitario porque, todos los años, según recrimina, tienen que seguir observando cómo la mayoría de los gobiernos autonómicos comienzan el curso académico “sin suficiente personal de lengua de signos al que el alumnado sordo tiene derecho”. “Y esto”, sentencia, “es gravísimo”.
Afortunadamente para Marta Muñoz su vida educativa no fue un completo desastre, y si algo ha de ensalzar de esa etapa es el valor aportado por su madre, sorda, animándola siempre a reclamar sus derechos, y a algunas de las “las personas más maravillosas” que conoció en la escuela, en el instituto y en la universidad.
LO QUE LA UNIVERSIDAD NO ENSEÑA
Ya se ha mencionado el profundo sentido de Justicia que Marta tenía desde niña, así como esa pasión desbordante por las series y películas sobre abogados, jueces y juzgados, que la llevó a estudiar Derecho en la Universidad de Burgos, pero fue el carácter reivindicativo de su familia lo que la impulsó a tener muy claro que, cuando terminara su carrera, quería trabajar en la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE).
Y, sin barreras, soñado y conseguido, tan pronto como terminó sus estudios superiores, solicitó unas prácticas en la entidad y, tras tres meses, la CNSE la contrató. “Una de las mejores cosas que tiene trabajar en una ONG como la CNSE es que nunca te aburres”, se alegra Muñoz porque, según desvela, “te da la oportunidad de trabajar todos los años en muy diversos proyectos, conocer a mucha gente interesante, sentir la gratitud de las personas a las que vas apoyando con tu trabajo, y aprender todo lo que una carrera universitaria no puede enseñar en cuatro años”.
Como ella dice: “trabajar de asesora jurídica en la entidad hace que no se me despeguen los pies del suelo”, pues lo mismo atiende los derechos humanos de personas sordas reclusas en las cárceles españolas, que da clases improvisadas de lengua de signos.
Por el lado del movimiento asociativo de la discapacidad, Marta Muñoz asegura tener un especial afecto y una “importante deuda”, dado que su familia es sorda, a la Asociación de Personas Sordas de Burgos y a la Asociación de Familias de Personas Sordas (Arans Burgos) por haberla proporcionado siempre “una constante conexión con el mundo, formar parte durante mi infancia en encuentros y campamentos” y que sus mejores recuerdos sean las vivencias con otras otros niños/as y jóvenes sordos/as.
Desde pequeña ha tenido una participación activa en el movimiento asociativo de personas sordas, por ejemplo, señala haber sido una gran entusiasta de las manifestaciones que cada año se organizaban por el Día Internacional de las Personas Sordas en Castilla y León. “Sabía que estábamos reivindicando nuestros derechos, pero también eran unas jornadas muy festivas”.
“Maravillosas” las improntas que atesora de la “enorme” manifestación en 2007, en Madrid, con miles de personas sordas de toda España. “De Burgos salimos dos autobuses completos”, para celebrar el reconocimiento de las lenguas de signos españolas con la
Ley 27/2007. “Le debemos muchísimo al movimiento asociativo de personas sordas y a los movimientos asociativos de discapacidad en general”, alaba, “nuestro país no sería el mismo sin su ingente labor, nunca suficientemente reconocida”.
Sin embargo, la burgalesa alberga aún hondas preocupaciones como la de que estemos viviendo “una época que tiende al individualismo, que si bien puede ser necesario en momentos concretos, se está demostrando cada vez más que es la solidaridad más que la competencia el motor de progreso de las sociedades”.
Por ello, aunque ampara que los derechos son individuales y que cada persona sorda o con discapacidad tiene la responsabilidad de hacer valer sus derechos, Muñoz reivindica que “el trabajo colectivo tiene una enorme importancia en nuestra sociedad”, y apuesta por “seguir trabajando en equipo para seguir progresando”. “Como dicen por ahí”, rubrica, “si quieres llegar rápido, ve sola, si quieres llegar lejos, ve acompañada”.
Marta también tiene retos y sueños por delante: seguir aprendiendo, trabajando en lo que le gusta o vivir nuevas experiencias, pero los mayores, lo lleva atesorando desde niña: “que las personas sordas puedan usar su lengua sin ninguna restricción, y que se reconozcan las lenguas de signos españolas”. Y es que, como recuerda la abogada, aunque hayan logrado un reconocimiento en el BOE, “el verdadero reconocimiento de las lenguas de signos aún no ha llegado a nuestras vidas, y falta mucho por hacer”.