Síguenos en

  • Ir a Cermi en facebook.
  • Ir a Cermi en twitter.
  • Ir a Cermi en Linked in.
  • Ir a Cermi en Instagram.
  • Ir a Cermi en Youtube.

CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 24 de junio de 2016cermi.es semanal Nº 218

Ir a Cermi en Instagram.

"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Los raros

Leonora o la resistencia contra lo unívoco

Por Esther Peñas

24/06/2016

Su nombre sugiere un confín donde todo cabe. Un confín infinito, en paradoja poética. Su nombre, epistemología del tránsito de la vigilia al sueño, del inconsciente a lo despierto, se mueve siempre en lo interregno, no pertenece a etiqueta alguna al tiempo que acampa donde estima más ocurrente y necesario hacerlo. Cosas de Leonora Carrington, esa mujer de aspecto delicado, fantasmagórico según la hora de la tarde, frágil y apacible, capaz de pespuntar las historias más inquietantes –los niños tontos, los niños perversos, los niños de fondo, como a punto siempre de dar un zarpazo-, de pintar los lienzos más oníricos (siempre emparentados con la cultura celta y la mejicana), tan embriagados de ocultismo y belleza, de esculpir animales de naturaleza elegante y nocturna.

Leonora CarringtonCoagulante, en cualquier caso. Su literatura, su pintura, su escultura. 
 
Hace cinco años que ya no está, aunque su presencia, inadvertida por lo sutil, nunca ocupó los focos de una cultura institucionalizada, sorteó el canon establecido de lo culto y militó en la mística del deseo (deseo como fuerza primitiva y alumbradora).
 
Activista en la resistencia contra lo unívoco.
 
Lo real en su obra se bordea, casi se toca. Es lo que ocurre en la senda del inconsciente, florecido en fruto surrealista. 
 
Nació en Lancashire, Inglaterra, el sexto día de abril (mes cuyo nombre no queda claro si significa ‘apertura’ o ‘espuma’, en cualquier caso términos ambos que convocan a Carrington; apertura interior, espuma como cuerpo sutil). En 1917. 
 
A los 19 años, la víspera del acontecimiento: conocer al pintor alemán Max Ernst. El acontecimiento mismo: su reencuentro en París, el inicio de su relación. Veintisiete años de franja cronológica separando. Una pasión casi caníbal los une. La pesadilla (tan liminal en su obra) vino después, cuando deportan al artista a un campo de concentración en Les Milles, durante el ascenso del fascismo. Eso produjo una conmoción intensa en Leonora. Un permiso franqueado y sin remitente a la locura. 
 
Ella ya lo anticipó. No sólo temía por su amado, temía por Europa. Lo vio claro, aunque la amenaza aún era incipiente. Llenó las calles parisienses de octavillas contra los nazis como quien hace copos de nieve. También por cauces oficiosos luchó, adscribiéndose al Freier Künstlerbund, movimiento furtivo y subyacente de intelectuales antifascistas.
 
Se manifestó en defensa de los judíos, cuando la omisión era cuestión casi de supervivencia. Hasta trató de entrevistarse con Franco para impedir que apoyara a Hitler. 
 
Ab Eu Quod, de Leonora CarringtonSu familia, como Claudel con su hermana Camilla, la encerró en un manicomio. Fue en Santander, bajo las directrices (que no cuidados) de Luis Morales (una especie de doctor Doom a lo bizarro y cerril). Carrington cuenta su experiencia en un estremecedor libro, ‘Memorias de abajo’, que asombró a Bretón (tan tendente a ver en las mujeres más musas que creadoras). Por cierto, Ernst, mientras, se fugó con la escritora Gertrude Stein.
 
Carrington pudo zafarse de las infames prácticas de Morales y su siniestro panóptico, huyó a Portugal, donde conoció al escritor Renato Leduc. Sus padres dieron con ella y estuvieron a punto de ingresarla, de nuevo, en un psiquiátrico, esta vez en Sudáfrica. Para evitarlo, Leduc y Carrington se casaron y se divorciaron (fue todo así de rápido) y pudo viajar a Méjico, donde encontró un lugar pacífico para reparar tanto dolor. Benjamin Péret, Remedios Varo –sobre todo Remedios Varo, su amiga-, Frida Khalo o Alejandro Jodorowski cuidaron de ella.
 
Con el tiempo, reincide en el sacramento marital (dicho así parece aséptico, mas resultó el definitivo) al conocer al fotógrafo Emericko Weisz, el compañero de Robert Capa, con quien tendrá dos hijos: Gaby y Pablo.
 
‘Una camisa de dormir de franela’, ‘La señora Oval: historias surrealistas’, ‘La puerta de piedra’, ‘El séptimo caballo y otros cuentos’... textos  alucinados, que suturan lo predecible y lo estallan por las costuras de los inesperado. El asombro. El estupor. La maravilla.
 
‘Las tentaciones de san Antonio’, ‘Retrato de Max Ernst’, ‘Arca de Noé’, ‘El baño de los pájaros’, ‘Torre de la memoria’... cuadros que deslumbran por la sugerencia ya soñada, ya torneada del matiz insólito hecho verso. 
 
Leonora.
Carrington.
 
Lo que odiaba –casi siempre con lúcido criterio-: los periodistas, el ser humano (“me gustan muchas especies animales, pero la humana no sólo no se encuentra en la primera de mis preferencias sino que ha de colocarla en el lugar más bajo”), que le preguntaran sobre su relación con Marx Ernst o sobre su estancia en el manicomio, las monjas (su madre, católica ortodoxa y dogmática hasta lo despiadado, la dejó en manos de ellas cuando era pequeña y no tuvo una dulce experiencias, digamos), las corridas de toros (que conoció en Méjico, no en España).
 
Y así fue transcurriendo una vida discreta, corriente, como a ella gustaba calificar, escribiendo, pintando (en la cocina, por aquello de que se mezclaran los sabores y olores con el óleo y el lienzo), esculpiendo, desvaneciéndose en su obra, como ella misma describió en ‘La trompeta acústica’: “Podrás no creer en la magia pero algo muy extraño está pasando justo en este momento. Tu cabeza se ha disuelto en aire ligero y puedo ver los rododendros cruzando tu estómago. No es que estés muerta o nada tan dramático, es simplemente que te estás desvaneciendo y ya ni siquiera puedo recordar tu nombre”. 
 
De Leonora resta decir que es un personaje raro. Raro a la manera que explicó Rubén Darío: “El común de los lectores acostumbrados a los azucarados jarabes de los poetitas sentimentales o solamente de gusto austero y que no aprecian sino la leche y el vino vigoroso de los autores clásicos vale más que no acerquen los labios a las ánforas curiosamente arabescas y gemadas de los cantos ya amorosos ya místicos ya desesperados de este poeta ya que en ellos está contenidos un violento licor que quema y disgusta a quien no está hecho a las fuertes drogas de cierta refinada y excepcional literatura modernísima. Se trata, pues, de un raro”.
  • facebook
  • twitter
  • linked in
  • enviar a un amigo
  • imprimir noticia

Con el apoyo de:

  • Logotipo de El Goberno de España - Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, Secretaría de estado de servicios sociales. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de la Fundación ONCE. Abre una ventana nueva.
  • CERMI. Innovación social en discapacidad. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de El Goberno de España - Ministerio de Asuntos sociales, unión europea y cooperación. Abre una ventana nueva.
  • Logotipo de la Hablamos de Europa Abre una ventana nueva.

    ¿Dónde estamos?

    Calle Recoletos, 1 Bajo, 28001 Madrid - España