Mesa redonda
La soledad, la exclusión más terrible
08/02/2019
José Manuel González Huesa/Blanca Abella - Fotos: Jorge Villa
A pesar de que ya en los años 90 el Imserso se preocupaba por la soledad de las personas mayores, lo cierto es que todavía no se ha establecido un sistema adecuado para detectar este problema y, por lo tanto, atenderlo de manera adecuada. Según los participantes en esta mesa del CERMI, es necesario abordar estudios científicos sobre el aislamiento social de las personas mayores para poder organizar una asistencia sociosanitaria conforme a la realidad de nuestro país. En el caso de los mayores con discapacidad, las persistentes barreras que deben afrontar en su día a día aumentan aún más la exposición a esta exclusión social.
El encuentro ha sido moderado por el director de esta publicación ‘Cermi.es semanal’, José Manuel González Huesa, y ha contado con la participación del responsable de Innovación Social de
Fundación ONCE, Javier Albor; la presidenta de la
Federación Madrileña de Enfermedades Neurológicas, Maite Gallego; la mediadora del servicio de videoasistencia y acompañamiento para personas mayores de la Confederación Estatal de Personas Sordas (
CNSE), Susana Obiang, el vocal asesor del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (
Imserso), Fernando Vicente, el diputado del
PP Paco Vañó y la presidenta de la Sección de Unidad Progresista de Pensionistas de la
ONCE (
SUPPO), Manuela Carrión.
Según Javier Albor: “Las causas de la soledad, en términos clásicos, tienen que ver con la falta de relaciones sociales, sobre todo en el ámbito doméstico; la pérdida de conexión con el grupo de iguales, el matrimonio o la familia de origen, genera mucha soledad”. Y teniendo en cuenta que el 40% de las personas con discapacidad, según este experto, no viven en núcleos familiares naturales, “la posibilidad de aumentar la desconexión social y empobrecer el ámbito de relaciones sociales es más alta y se entra en situaciones de fragilidad que abocan a la exclusión social y a la marginalidad, acaba siendo una especie de exilio interior”.
A su vez, Fernando Vicente señala otro dato de interés en esta realidad social: “En los países nórdicos prácticamente el 50% de los mayores de 65 años viven solos y en España solo el 25%, sin embargo hay mayores índices de percepción de soledad no deseada en España que en los países nórdicos”. Ahora bien, es necesario puntualizar una cuestión que influye de manera decisiva en este dato: “Si el 50% de mayores en países nórdicos viven solos también es porque cuentan con unos servicios sociales que están muy bien desplegados y muy bien dotados”.
Y por ello, el representante del Imserso apunta como objetivo prioritario antes que nada el avance en el estudio de esta realidad: “Faltan en España todavía estudios de verdad, científicos y metodológicos, que hablen de la soledad, se hacen muchos esfuerzos por parte de la sociedad civil, ayuntamientos y CCAA, pero no hay evidencia científica suficiente para saber lo que tenemos que hacer de verdad para luchar contra la soledad, por eso nuestro trabajo en los próximos meses será de detección e investigación fuerte, para saber realmente lo que está pasando y qué medidas vamos a tener que tomar”.
Autonomía y acceso universal
Manuela Carrión es contundente en su primera intervención, advirtiendo de que hay más de 18.000 personas ciegas mayores, la mayoría mujeres, que afrontan con la edad un verdadero problema en el acceso a sus derechos. Es una cuestión de acceso universal, que para la mayoría de los componentes de esta mesa es un problema de primer orden.
Así, según Mayte Gallego, “la primera necesidad de las personas mayores con discapacidad es la autonomía personal, es algo que necesitamos todas y todos”. De hecho, ampliando su intervención asegura que “la figura del asistente personal podría ser una buena medida, y la contempla la ley de dependencia, pero solo para personas que estudian y trabajan, sin embargo es una de las mejores herramientas para combatir esas situaciones de exclusión”.
Por su parte, Susana Obiang, de la CNSE, afirma que “el 75% de las personas sordas tienen más de 65 años y se encuentran con las barreras propias de la edad, que se suman a las de su discapacidad, con lo cual son un colectivo especialmente vulnerable”. Y explica que las personas mayores sordas tienen una doble barrera, además, denuncia que en la atención que reciben por parte de los servicios sociales no cuentan con un intérprete de lengua de signos: “Los profesionales deben tener un mínimo conocimiento de lengua de signos, pero como no es así, las personas mayores sordas sienten mayor aislamiento en los centros, pero también a nivel domiciliario, ya que la teleasistencia es inaccesible para personas sordas. En ese sentido hay mucha soledad. Nosotros ofrecemos un servicio que se adapta a sus necesidades, es accesible y mejora las condiciones de aislamiento”.
Atención sociosanitaria
El Imserso ya hablaba de la soledad en el plan gerontológico del año 1991, asegura Fernando Vicente, que añade: “Últimamente estamos trabajando en un proyecto de estrategia estatal para las personas mayores, ya que en diciembre de 2018 se aprobó en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley, planteada por el PP pero
apoyada por PSOE, Ciudadanos y Grupo Mixto, que planteaba al Gobierno la necesidad de establecer una Estrategia Nacional contra la soledad. Ya estamos trabajando en ello y va a ser uno de los ejes más importantes de trabajo del Imserso”.
En este sentido, este experto apunta que para detectar la soledad debe establecerse un despliegue de servicios sociales de proximidad comunitarios: “Debidamente financiados, que establezcan unos protocolos y unos trabajos en los que la ética asistencial sea un elemento fundamental, tanto en atención domiciliaria como en atención residencial, donde la soledad es mucho mayor a veces que en domicilio y donde no se establecen elementos de trabajo para paliar estos efectos”.
Para Paco Vañó es necesario que al menos se hable del tema, si no es así, es como si no existiera: “La estrategia nacional no va a solucionar todo, pero está claro que es un primer paso para avanzar en la buena dirección”. En su opinión, “la soledad hace más vulnerable a quien la sufre”, lo que aumenta el riesgo de sufrir diferentes tipos de violencias y abusos. “Es muy importante que nos planteemos este tema y lo pongamos encima de la mesa, porque para afrontar un problema, lo primero es ser conscientes de que existe”, ha añadido.
Manuela Carrión es la encargada de introducir un nuevo concepto en la conversación, una reclamación ya casi histórica en el mundo de la discapacidad, pero que no ha logrado hacerse hueco en la vida real: “Hay una necesidad importantísima de coordinación sociosanitaria, una humanización de los servicios”.
Llevamos hablando de este tema muchos años, asegura Fernando Vicente, que apuesta por que un futuro gobierno, no sabe cuál, pondrá por fin sobre la mesa la atención sociosanitaria: “Hay una idea común de que hay que establecer unas bases mínimas, básicas en toda España, para que realmente exista esa coordinación sociosanitaria que, no olvidemos, es una prestación de la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud que no ha sido desarrollada. En el real decreto que ha desarrollado la cartera de servicios, está pendiente de desarrollo esa atención sociosanitaria. Es un elemento que hay solucionar cuanto antes, junto con las comunidades autónomas, que son las que tienen competencias en sanidad y servicios sociales”.
El entorno rural, el ocio, Internet
El concepto más correcto a la hora de hablar del ‘problema de la soledad’ sería ‘aislamiento social’, ya que ‘soledad’ resulta incluso una bonita palabra. Así lo entiende Javier Albor, que avanza otra idea relacionada con esta realidad social, y es que "las relaciones humanas se están mercantilizando, cada vez hay menos relaciones sociales; sin embargo no todo pasa por la mercantilización, y en el caso de los colectivos más vulnerables y con poca capacidad adquisitiva se complica todavía más, junto con el acceso y la capacidad de disfrute de los bienes culturales, que contribuyen a esa sensación de aislamiento”.
Así lo entiende también Mayte Gallego, que insiste en la importancia del acceso universal a todos los espacios, bienes y servicios y al mismo tiempo añade otra cuestión de interés y es que cuando las personas con discapacidad cumplen 65 años, ya no reciben servicios de discapacidad, pasan a mayores.
Como algo positivo, todos los expertos en esta mesa señalan la importancia de Internet y las nuevas tecnologías de la información y comunicación, que facilita muchos accesos, si bien pueden también convertirse en otro elemento más de aislamiento. Por ejemplo, Susana Obiang comenta las dificultades que tienen las personas mayores sordas a la hora de aprender el manejo de las nuevas tecnologías, o bien, como comenta Manuela Carrión, algunas personas mayores no tienen acceso a esos nuevos canales de información.
A lo largo de la mesa se habla también del ámbito rural y las dificultades añadidas en estas zonas, al no contar con servicios adecuados, incluso más precarios que en las grandes ciudades. Y de la importancia del ocio como elemento inclusivo socialmente hablando, o del peligro de las institucionalizaciones, donde a veces las personas se sientan más solas y, en el caso de las personas con discapacidad, reciben un trato poco adecuado, como denuncia Manuela Carrión exponiendo un claro ejemplo: “Hay personas ciegas en una residencia a las que se les pone el pañal por el simple hecho de ser ciegas, sin tener en cuenta sus necesidades reales”.