Jesús Martín Blanco, delegado de Derechos Humanos y para la Convención de la ONU del CERMI Estatal, afirma que “desde el CERMI reivindicamos un espacio rural inclusivo”, y eso quiere decir que las personas con discapacidad que deciden quedarse en sus pueblos o aldeas “precisan de unas políticas vigorosas que ofrezcan servicios sanitarios, educativos, sociales…” A pesar de que estos espacios rurales son menos favorables a la inclusión, “tienen también una característica muy positiva, que es la compañía, que actúa como un dispositivo natural que mitiga la soledad”, explica el responsable del CERMI. En los pueblos, las vecinas y vecinos acompañan, dan soporte moral o de afecto y así ocurre que las personas no se sienten tan solas en sus casas. 

 

Aroa Rico, joven con discapacidad intelectual que vive en un pueblo de Badajoz y es miembro del Equipo de Líderes de Plena Inclusión, ha pasado por malos momentos durante la pandemia, porque se sentía sola: “He tenido que aprender nuevas tecnologías y me ha costado un poco, necesitaba ayuda porque no te sabes de memoria todas las aplicaciones y necesitas a alguien ,pero no tienes al profesional que te eche una mano, ni a mi hermana, que no podía entrar en el pueblo, y te sientes sola”. 

 

Pero no se trata únicamente de falta de ayuda o servicios sociales, también es un problema de soledad, como relata Aroa Rico: “He visto que a las personas con discapacidad no se les ha dado ese apoyo para las cosas que necesitan, y mucha gente que ha necesitado a lo mejor una conversación, porque se han sentido solos, porque en la pandemia te sientes solo, no la han tenido y deberían pensar en esas personas”. 

 

 

En el medio rural todas las personas en general sufren unas barreras de accesibilidad a los recursos y los contactos muy serias, asegura Juan Recio, presidente del Grupo de Desarrollo Rural Inclusivo del CERMI. Durante la pandemia estos déficits se han multiplicado, “aunque por un lado estas personas han estado mejor protegidas por el hecho de tener menos contactos, por otro lado, sigue habiendo una falta de oportunidades, de relación, de participación comunitaria...”.  Por eso, una de las cuestiones tratadas en este grupo de Desarrollo Rural del CERMI es hacer valoraciones sobre carteras de servicios inclusivas en territorios desfavorecidos; “es un trabajo para los próximos años”, según Juan Recio.

 

Hay que tratar de desarrollar herramientas que permitan diagnosticar el despliegue de una cartera de servicios en el medio rural, apunta Jorge De Dios, miembro del Grupo de Desarrollo Rural Inclusivo del CERMI. “Debido a la situación de carencia hay todavía mucho margen y mucho rango de trabajo para poder desarrollar esta cartera de servicios en el medio rural, y se está planteando una estrategia de futuro para que estas personas sean atendidas en sus hogares, lo que presenta además una oportunidad de empleo en el medio rural”, explica De Dios. 

 

Un paso importante, a su juicio, y como miembro del grupo de trabajo del CERMI, es estar más presentes en las políticas de desarrollo rural inclusivo, allí donde se debata y decida este futuro. Así opina también José Antonio Romero, gerente de CERMI Castilla la Mancha y presidente de la Mesa del Tercer Sector de esta comunidad, quien demanda que “las personas que viven en el medio rural tengan los mismos derechos e igualdad de oportunidades que las personas que vivimos en el medio urbano”. Explica que, en este sentido, “estamos inmersos en muchos grupos de trabajo sobre el reto demográfico en la región y estamos trabajando para que la discapacidad y el apoyo a las personas que viven en una situación de soledad no deseada esté en cualquiera de las líneas de trabajo”. 

 

Entre otras cuestiones, destaca las relativas al transporte accesible y adaptado, que en el medio rural resulta tan fundamental y a la vez tan escaso. Esto supone un auténtico trastorno porque muchas personas no pueden desarrollar sus actividades de ocio, educativas o de otro tipo, porque tienen muy limitados sus desplazamientos.

 

 

En esa doble vertiente que ofrece el medio rural, tan bueno para algunas cosas y tan mal atendido en otras, las nuevas tecnologías se presentan como una asignatura pendiente y con prioridad. Según José Antonio Romero, “podemos caer en la tentación de que lo digital intente suplir los apoyos personales, el contacto directo, el apoyo entre iguales, con los vecinos…” E insiste, “la telemedicina o la teleasistencia pueden suponer una oportunidad muy importante bien utilizada, pero también una amenaza o riesgo de que se agrave esa soledad porque estamos viviendo situaciones de personas a las que se les comunica un diagnóstico grave, de una enfermedad, vía telefónica, por ejemplo”. Ante casos así, habla de posible deshumanización y advierte de que “tenemos que estar vigilantes y avanzar en su justa medida, pero de manera adecuada para no incentivar esas situaciones de soledad no deseada”.

 

Por su parte, Aroa Rico recuerda de nuevo su experiencia durante la pandemia y, tras sentirse muy sola, afirma que es necesario echar una mano en el acceso a las nuevas tecnologías y estar pendientes de las personas que así lo requieran en el medio rural, aunque para ello, reclama “la alcaldesa debería poner Internet por todos lados para que los vecinos lo tuvieran gratuito”. En definitiva, reclama que “todos aprendamos las tecnologías, que sepamos usarlas, y que haya Internet gratuito para todos”. En tiempos de pandemia ha sido un recurso muy útil para ella y para muchas otras personas, aunque reconoce que tenía bastantes problemas de conexión, “me fallaba mucho Internet”. Y es que, como afirma Jesús Martín, “la tecnología todavía no ha llegado en buenas condiciones a nuestras aldeas y hay muchas personas que viven en un pueblo que necesitan un apoyo extra para conocer el manejo de la tecnología, que puede paliar situaciones de soledad”.

 

José Antonio Romero reclama que “en todas esas políticas de transformación y de inversión se tenga en cuenta el ámbito social y el tercer sector” con la esperanza también de que los nuevos modelos basados en las nuevas tecnologías tengan buena conectividad y sean asequibles.

 

 

Para Elena Briongos, presidenta de Salud Mental Castilla y León, “el entorno rural es una oportunidad”. Relata su feliz experiencia viviendo en un pueblo, en conexión con la naturaleza, y asegura que “en los pueblos es difícil, o es distinto vivir, creo que hay muchas oportunidades, precisamente porque no se ha llevado a cabo casi nada”. 

 

Y explica que la entidad que preside ha impulsado dos programas en el medio rural que ya se están realizando: “uno para formar a las personas en asistencia personal, para favorecer la autonomía personal y el otro, el Proyecto Julia, reconocido con el Premio cermi.es, dedicado a mujeres con y sin discapacidad, con la creación de redes donde se impulsa su empoderamiento, y eso tiene una fuerza brutal... es un programa a replicar, de hecho ya lo están haciendo en confederación Salud Mental España”. 

 

Asegura Juan Recio que la realidad es que “las personas quieren seguir viviendo en su casa, en su pueblo”, y apuesta por esta lucha, afirma que “es posible organizarlo, faltan promotores, entidades valientes, probablemente del tercer sector, porque hay márgenes pequeños, pero necesitamos entidades del tercer sector o la economía social que dinamicen en las zonas rurales lo que es la cartera básica y este planteamiento lleva a generación de empleo y repoblamiento”. Afirma que con algunas experiencias que ya han impulsado, “empezamos a tener indicadores de que es posible”. 

 

Además, explica, en la pandemia se han observado varios efectos relacionados con estas cuestiones, por un lado, los mayores han huido de las residencias, por otro, los mayores jubilados han regresado a los pueblos, y finalmente, muchas personas van al pueblo a teletrabajar. “Son elementos de oportunidad que no están ‘contraprestados’ con los servicios de apoyo, de transporte o de asistencia a personas y esa es una red que hay que crear desde la economía social y del tercer sector”. Por lo tanto, afirma, “apostaría por supuesto a seguir con el trabajo de reivindicación, pero también por nuestra parte, por parte de las entidades, hacer una evaluación de las oportunidades del medio rural y a organizarnos con un sistema muy diverso y abierto y a partir de ahí generar actividad, que es lo que necesitan nuestros pueblos”. 

 

“La España vaciada no es del todo así”, interviene Jorge De Dios reforzando el discurso de su compañero. “El medio rural no está fosilizado ni estancado en el vaciamiento, todo es un proceso y estamos viviendo una nueva ruralidad, nos referimos a esas personas que se fueron de los pueblos y hoy, jubiladas, están volviendo y forman parte del futuro envejecimiento del medio rural y van a necesitar apoyos y servicios y además vienen con el chip de servicios sociales de calidad, con esa demanda en su gen; vamos a enfrentarnos a unas demandas de nuevos pobladores que van a querer servicios de calidad y las entidades necesitamos prepararnos, es un momento de oportunidad”. 

 

Desde su posición en el CERMI, pero sobre todo como persona con discapacidad del medio rural, Jesús Martín denuncia la mirada asistencialista en el medio rural y asegura que “no ha llegado todavía esa necesidad de vernos, a las personas con discapacidad, como sujetos de derecho y tenemos que permear los derechos humanos en nuestros pueblos y que la Convención forme parte de la agenda de las políticas locales”. “Tomemos conciencia de que no somos esa persona a la que hay que proteger, apartándonos y sin darnos voz, nosotros no queremos ser un elemento de ese paisaje de la ruralidad, queremos ser parte activa de la construcción de nuestros pueblos y la soledad, nuestra soledad en lo rural, se mitiga escuchándonos, dándonos voz, canales donde podamos estar y participar, como las asociaciones de amas de casa o las peñas de los pueblos ...”