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CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 28 de octubre de 2016cermi.es semanal Nº 232

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Opinión

Predif 20 aniversario

De la accesibilidad a la toma de decisiones

Por Francisco J. Sardón Peláez, presidente Predif

28/10/2016

Francisco J. Sardón Peláez, Presidente Predif Una de las principales preocupaciones de las personas con gran discapacidad física ha sido, y sigue siendo, la falta de accesibilidad en los espacios, servicios y productos. A mediados de los años 90, cuando se creó Predif, miles de personas con discapacidad, la mayoría usuarios de sillas de ruedas, teníamos serias dificultades, cuando no imposibilidad, para salir de nuestras casas, para entrar en un edificio administrativo o en un centro educativo, para entrar en comercios, para salir con nuestras familias o con nuestros amigos o para imaginar que podíamos viajar a un lugar lejano. Esa era la dura realidad con la que nos encontrábamos diariamente. Nos sentíamos discriminados y excluidos y esa sensación nos constreñía y nos impedía ver que podíamos hacer muchas más cosas de las que nos suponían que podíamos hacer. Absorbidos por la frustración, éramos víctimas fáciles de la apatía y la resignación. Muy pocos podían vislumbrar una vida a través de la formación, el acceso a la cultura y al empleo. Muy pocos tenían en su ideario y en sus aspiraciones palabras tan significativas como inclusión o normalización. Apenas formábamos parte de las políticas de progreso y mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. Éramos personas que teníamos que ser atendidas y poco más. 
 
En aquellos años Predif comienza a hacer frente y a aportar soluciones a una demanda del colectivo: las personas con discapacidad querían viajar, deseaban experimentar eso que oían a otras personas, la sensación de conocer otras ciudades, otros pueblos, otras culturas; la posibilidad de sorprenderse con otras formas, otras expresiones, otras costumbres; la necesidad de respirar otro aire, de oler otras esencias, de sentir otros vientos; la posibilidad de conocernos mejor y de sentirnos más capaces. No todas las personas que tenían en sus manos la posibilidad de facilitarnos viajar entendían que quisiéramos viajar. No encajaba en sus formas de entender la sociedad que sintiéramos la necesidad de querer hacer cosas similares a las que hacían nuestros amigos, nuestro conocidos o nuestros familiares. Tal ambición resultaba hasta pretenciosa. ¿No habría que cubrir otras necesidades más acuciantes? Se preguntaban. Un lugar donde “vivir”, un lugar donde ser atendido, un espacio a compartir con otras personas con discapacidad. ¿Todo esto no era suficiente? Viajar, conocer, formarse como individuo, culturizarse a través de las experiencias, eran aspectos imprescindibles e irrenunciables para cualquier persona pero se tornaban en un lujo inasumible para las personas con discapacidad. 
 
Han pasado veinte años y las personas con discapacidad, aunque aún tenemos serias dificultades para viajar donde queremos y como queremos o como cualquier persona en definitiva, nos empiezan a considerar un nicho importante de negocio como clientes. Es un avance significativo y clarificador sobre los caminos que hay que explorar. Se da por hecho que hay que cumplir las abundantes normativas de accesibilidad existentes en nuestro país, estamos convencidos de que posibilitar que podamos viajar tiene la rentabilidad social de que cumplimos con un derecho que nos acoge, de que nos hacemos eco de la Convención de la ONU, pero es que además muchos del sector público y privado se han convencido de que también tiene una importante rentabilidad económica. Hay que convencer a la sociedad con todos los argumentos posibles y los argumentos económicos suelen ser razonamientos muy persuasivos. En España hay cerca de ocho millones de personas que tienen muy en cuenta las condiciones de accesibilidad cuando eligen su destino de viaje. 
 
En la actualidad muchas personas con discapacidad nos dicen que no pueden viajar porque no tienen los apoyos necesarios para poder hacerlo solos sin tener que depender de sus familias o de sus amigos, que no lo hacen porque no se sienten autónomos decidiendo el lugar donde quieren ir o las experiencias que quieren tener. Otras muchas, miles de personas con discapacidad, nos afirman que debido a esa falta de apoyos tienen también muchas dificultades para sociabilizarse, para mantenerse en el sistema educativo, para desenvolverse en un puesto de trabajo. Muchos nos dicen que no se sienten realizados como personas porque sienten que no deciden sobre sus vidas. A muchos esta situación les hace aún sentirse excluidos.  
 
Uno de los principales objetivos para Predif en los próximos años y en el que pondremos todo nuestro empeño será el desarrollo de la asistencia personal como herramienta de apoyo para el empoderamiento de las personas con discapacidad. Tendremos que convencer a muchos de que queremos tener una vida más activa en todos los sentidos; tendremos que convencer a muchos de que queremos contribuir a enriquecer esta sociedad, de que queremos aportar. Es posible que esta demanda extrañe a muchos también, y que para hacerlo en igualdad de condiciones y oportunidades necesitamos apoyos como la asistencia personal. Tendremos que convencer a muchos que no queremos ser “atendidos”, que queremos decidir sobre nuestras vidas y que nuestra discapacidad no tiene por qué discapacitarnos para ser útiles y productivos, para intentar ser felices y para aspirar a hacer felices a los demás. Tendremos que convencernos a nosotros mismos también de que es posible fijarnos otras metas y ensanchar nuestros caminos. Tendremos que convencer a muchos porque de nuevo el derecho nos ampara y también porque es mucho más rentable invertir en actividad que gastar en pasividad. Las personas y las entidades que quieran ser más participativas y apuesten por decidir encontrarán en Predif un aliado fiel y convencido de que este es el mejor camino para que dentro de otros veinte años hablemos de que tan solo queremos ser diferentes por nuestra condición de seres humanos.
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