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viernes, 21 de junio de 2019cermi.es semanal Nº 351

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Reportaje

Estudio “Acoso y ciberacoso escolar en alumnado con discapacidad” del CERMI y la Fundación ONCE

Acoso, cuando la escuela se vuelve tóxica para el alumnado con discapacidad

21/06/2019

Beatriz Sancho

Terminar normalizando una situación de acoso escolar por su prolongación en el tiempo es lo que hacen muchos alumnos y alumnas con discapacidad de primaria y secundaria. Es uno de los mecanismos de defensa que utilizan cuando este tipo de violencia se reitera y se convierte en su rutina habitual. El mero hecho de ignorar a una persona, por ejemplo, puede sumirla en un aislamiento devastador o hacer que el resto se contagie de la aversión del individuo agresor. La prevención existente no se aplica, se desconoce, carece de recursos para intervenir eficazmente, en definitiva, no es suficiente para “liberar” al alumnado con discapacidad del acoso y el ciberacoso escolar. Hoy CERMI y Fundación ONCE toman cartas en el asunto publicando una guía para promover la toma de conciencia y hacernos “libres de nuestros extenuantes íncubos”.

Portada de la guía “Acoso y ciberacoso escolar en el alumnado con discapacidad” “El acoso ha estado siempre en mi vida”, aseguró Carmen, una joven de 21 años con discapacidad visual, en una de las diez entrevistas realizadas en el estudio de investigación: ‘Acoso y ciberacoso escolar en alumnado con discapacidad’, disponible en este enlace, que Fundación ONCE y CERMI presentaron este miércoles en Madrid. Carmen acabó asumiendo como “normales” y como “parte de su rutina” las situaciones de acoso físico, psicológico, social, y el ciberacoso que sufrió durante años. Y así también Javier, de 22 años que, con una discapacidad física, confesó cómo se le hacían “eternas las horas de descanso del comedor o los recreos”, y que, por ello, convirtió “a los libros en sus mejores amigos”. También él mudó el acoso por rutina, y lo normalizó “como parte natural” de su vida.
 
Otro ejemplo recogido es el de Carlos, de 20 años, con síndrome de Asperger, quien experimentó bullying tanto en Primaria como en Secundaria, “casi siempre dentro de clase”, y quien, internamente, concluyó que él se lo “había buscado”, otro mecanismo de defensa muy usual denominado de “culpabilización”, expuesto en este estudio por el psicólogo Jorge López. Carlos también utilizó otros mecanismos de defensa como el de “afrontamiento del acoso”, que consiste en “arreglárselas por uno mismo mediante el aislamiento”, según explica López. Y, actualmente, el joven con discapacidad asegura que aún sigue recurriendo a otros más: “Para mantener alejada la experiencia de acoso sufrida en el pasado”. 
 
Como Carmen, Javier y Carlos, miles de víctimas de acoso y ciberacoso escolar con discapacidad –y sin ella- sufren en carne propia las múltiples formas de violencia entre iguales que les ocasiona, a la inmensa mayoría, secuelas emocionales y psicológicas de por vida. Muchas de ellas, por su discapacidad, forman parte del grupo comúnmente denominado “más vulnerable” al acoso porque son consideradas por las personas acosadoras como “víctimas fáciles” dado que: “No cumplen los estándares de la sociedad”, según se pone en evidencia en la guía realizada por las dos entidades de la discapacidad.
 
Si te diferencias del resto por alguna característica personal te conviertes en el perfil idóneo para ser víctima de acoso escolar. Nada menos que el 80 por ciento del alumnado con discapacidad, padres y profesionales, atribuye al hecho de “ser diferente” un factor de riesgo para convertirse en víctima de violencia entre iguales. Los compañeros/as de clase del alumnado con discapacidad, en ocasiones, no comprenden qué significa tener una discapacidad y, según este trabajo de campo: “Convierten a la discapacidad en motivo de exclusión o acoso escolar”. Tener una discapacidad se convierte, por tanto, en un factor de riesgo para sufrir acoso, pero también para ser victimizado/a en la medida en que, lo asegura así la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea: “El alumnado con discapacidad posee características diferentes, carece en ocasiones de habilidades sociales, tiene problemas de comunicación y/o de comportamiento, y se encuentra menos integrado socialmente”.
 
Por ello, y por muchos más motivos, por su común función de garantes y por su empeño en hacer cumplir la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, La Fundación ONCE y el CERMI han dado a luz la publicación: “Acoso y ciberacoso escolar en el alumnado con discapacidad”. Con este instrumento buscan: “Conocer y reducir el acoso y el ciberacoso tanto de manera general como específica entre los niños y las niñas con discapacidad”, así como continuar esa función esencial de ambas organizaciones de promover la toma de conciencia para “liberar a la discapacidad de la discriminación, el estigma y las violencias”.
 
Ilustración de la guía “Acoso y ciberacoso escolar en el alumnado con discapacidad” El acoso y el ciberacoso escolar son “formas de violencia entre iguales”. Se producen en las instalaciones escolares, en sus alrededores, en las extraescolares, o desde un dispositivo móvil. Para que haya acoso o ciberacoso tiene que haber intencionalidad por parte de quien agrede, repetición en el tiempo –lo confirman los testimonios de más arriba- y desequilibrio de poder (físico, psicológico o social). De ahí que se considere que el acoso y el ciberacoso son comportamientos repetitivos de hostigamiento, intimidación y exclusión social de la víctima mediante violencia física, psicológica y verbal, dentro del contexto educativo.
 
Pocos son los datos y los estudios específicos que dimensionan el problema del acoso escolar en los niños y niñas con discapacidad en nuestro país, según denuncia esta investigación y, sin embargo, para el CERMI y la Fundación ONCE: “Saber la situación que vive el alumnado con discapacidad víctima de acoso y/o ciberacoso escolar, de la manera más realista posible, servirá de ayuda para poner los medios adecuados en la prevención de este tipo de situaciones, así como para atajarlas en el caso de que se estén produciendo en la actualidad”.
 
El trabajo, realizado por el departamento de Estudios e Investigación Social de ILUNION Tecnología y Accesibilidad, también persigue recabar información y datos sobre este fenómeno, que den con más variables que influyan en “una mayor probabilidad de sufrir el acoso y ciberacoso en los niños y niñas con discapacidad”. Asimismo, busca rastrear las medidas y políticas implementadas hasta ahora a nivel estatal, autonómico y desde otras entidades, reducir el acoso y el ciberacoso tanto en el alumnado con discapacidad como sin ella, e identificar buenas prácticas en la prevención y tratamiento de los casos de acoso y ciberacoso de niños y niñas con discapacidad.
 

TIPOLOGÍA DEL ACOSO ESCOLAR

 
Existen seis tipos de acoso escolar de los/as agresores/as hacia las víctimas que, según se hace hincapié en la guía:  “Suelen sufrir simultáneamente más de un tipo de maltrato”. En el “social”, el primer tipo, entrarían comportamientos como ignorar o aislar a la víctima, el ostracismo social, evitar su participación en actividades, o el contagio de la aversión por parte del resto, entre otros; el “físico” englobaría amenazas, golpes, robos o esconder material y pertenencias, empujones, palizas, etc; el “verbal” consistiría en insultos, agresiones verbales, motes, descalificaciones, etc.; y dentro del “psicológico” se llegaría a la persecución, a la intimidación, a la tiranía, al chantaje, a la manipulación y a las amenazas contra la víctima.
 
La quinta modalidad de acoso de esta tipología mencionada en esta investigación sería la “sexual”, en la que el agresor o agresora perpetraría contra la víctima: asedio, inducción o abuso sexual, referencias malintencionadas a partes íntimas del cuerpo de la víctima, etc. En el acoso sexual también se incluiría el bullying homófono: “Si la causa es la orientación sexual”, según se aclara. Por último, el informe destaca el ciberbullying, acoso en la que se haría uso de las nuevas tecnologías para insultar por mensajes de texto, mandar montajes fotográficos o de vídeo de mal gusto, imágenes inadecuadas de la víctima tomadas sin su permiso, suplantación de la cuenta o perfil en las redes sociales para publicar contenido falso, etc.
 
Estas diferentes formas de acoso escolar son las violencias entre iguales de las que es objeto el alumnado con discapacidad porque “siempre está en la diana de algún grupo”, como apuntala para la guía Javier Martín, psicólogo de la Universidad Complutense de Madrid, “sobre todo al principio de la adolescencia”. “No se tolera que haya alguien en el grupo que se comporte de una manera diferente y atacan al individuo que se aleja de ese modelo o norma”, exhorta Martín. “Observamos que, en los grupos donde se produce acoso escolar, habitualmente se suele apartar y atacar a aquellos individuos que tienen alguna característica que les separa de la homogeneidad del grupo”, continúa la misma fuente, “por ejemplo, ser un alumno con necesidades educativas especiales, discapacidad intelectual, física, color de piel, la orientación sexual…”.
 
Momento de la presentación de la guía “Acoso y ciberacoso escolar en el alumnado con discapacidad” Por su parte, Inés Monjas, doctora en psicología por la Universidad de Salamanca, sostiene que su tesis es que: “En muchos casos, no enseñamos la competencia social a alumnos con discapacidad que son población de riesgo de sufrir el acoso”. Para esta investigadora sobre acoso escolar, el alumnado con discapacidad por el hecho, muchas veces, de tener “menos competencias sociales”, y en ocasiones “emocionales”, es visto por los agresores como un grupo de personas más fáciles de acosar y hasta “se permiten hacer cosas más graves contra ellos”.
 
También la Unesco tiene algo que decir respecto a las principales razones por las que las personas con discapacidad sufren mayores tasas de violencia y acoso. Entre ellas la necesidad de apoyos para realizar determinadas actividades porque “aumenta su vulnerabilidad a la atención personal invasiva y a los abusos”. Si tienen discapacidades de comunicación, intelectuales o del desarrollo incluso: “Pueden ser objeto de falta de atención, incredulidad y falta de comprensión si se quejan de los abusos”. 
 
Además, según otra investigación realizada esta vez por Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea y dirigida a estudiar el alcance, formas, causas y entornos en los que se produce la violencia contra la infancia con discapacidad: “Tener una discapacidad visible, estar en un entorno intolerante y carecer de recursos preventivos, aumenta la vulnerabilidad del alumnado con discapacidad a sufrir acoso escolar”. En ella, además, se recoge que: “El contagio social del acoso también aumenta cuando las víctimas son alumnado con discapacidad”.
 

INVISILIBIDAD DEL ACOSO A LA DISCAPACIDAD

 
En este mismo sentido, según la guía del CERMI y Fundación ONCE: “El hecho de tener una discapacidad, además de ser un factor de riesgo para sufrir acoso o ciberacoso escolar, puede suponer para el alumnado con discapacidad una dificultad añadida a la hora de defenderse, denunciar o ser tenido en cuenta en el momento de expresar sus quejas”. El acoso escolar en alumnado con discapacidad, se recalca: “Es un fenómeno que puede estar pasando desapercibido en cierta medida, llegando a resultar invisible e inaccesible para las personas y/o instituciones encargadas de brindar apoyo y protección”.
 
También en este estudio se sostiene que la violencia contra los niños y niñas con discapacidad es “difícil de demostrar, ya que estas personas suelen tener muy poca visibilidad en las estadísticas oficiales”. De hecho, corroboran esta conclusión varios expertos, como la pedagoga Mª Antonia Casanovas, para quien este sector de la población escolar: “Está en inferioridad de condiciones con respecto al resto (son más vulnerables), porque se defienden peor frente a situaciones que implican relación, sobre todo aquellos del espectro autista o discapacidad intelectual”. 
 
“Es difícil concretar el porcentaje de alumnado con discapacidad víctima de acoso escolar”, apunta la misma fuente. “Se habla de un diez por ciento del alumnado en general, del que otro diez por ciento correspondería al alumnado con discapacidad”. Pero es muy difícil concretar estas cifras porque los niños y las niñas “no comunican estas situaciones, y algunos niños o niñas con discapacidad no se enteran ni son conscientes de que les están acosando”. 
 
Según José Antonio Luengo, del equipo de Apoyo contra el Acoso Escolar de la Comunidad de Madrid: “Este número debería ser muy superior, pero no se detectan los casos” por razones como “el silencio epidémico”, consistente en que hay chicos y chicas que no cuentan que están siendo acosados, padres que se muestran reticencias a acudir al centro para alertar, padres que no se creen lo que sus hijos les cuentan, etc. “Hay niños y niñas con discapacidad que sufren”, remata Luengo, “pero la situación no se cuenta y no se visibiliza”.
 

CONCLUSIONES

 
De las diferentes dimensiones del acoso y/o ciberacoso escolar abordadas en la investigación de CERMI y Fundación ONCE se desprende que, en relación a la causa principal de estas formas de violencia entre iguales, ya lo hemos dicho, tanto para los profesionales del ámbito educativo, como para los familiares y para el propio alumnado con discapacidad: “El mayor factor de riesgo para sufrir acoso es el hecho de ser diferente o tener una discapacidad” (79,5 por ciento). También que los tipos de acoso escolar que más sufre el alumnado con discapacidad son: las burlas, el aislamiento y el rechazo (8 de cada 10 casos), mientras que respecto al ciberacoso destacan los comentarios desagradables (WhatsApp 18,8 por ciento y Facebook 10,3 por ciento).
 
Foto de familia durante la presentación de la guía “Acoso y ciberacoso escolar en el alumnado con discapacidad” El estudio destaca también que, en relación a la prevalencia, el primer ciclo de Educación Secundaria y el segundo de Educación Primaria son los tramos en los que se registra una mayor proporción de acoso y/o ciberacoso entre el alumnado con discapacidad. En 1º y 2º de la ESO en torno al 40 por ciento, mientras que la de 5º y 6º de Primaria alrededor del 37 por ciento.
 
Otra de las conclusiones, también referida, es que las situaciones de acoso hacia el alumnado con discapacidad se prologan durante años (en un 58 por ciento de los casos) y suelen ser ejercidas por un grupo pequeño de compañeros/as, y perpetradas por personas de su entorno más próximo (compañeros/as de su misma clase). También que las estrategias de afrontamiento utilizadas por el alumnado con discapacidad frente al acoso y/o ciberacoso escolar son muy diversas, y van desde la evitación, hasta la defensa con violencia, pasando por el aislamiento o la puesta en conocimiento a familiares o profesorado de la situación. Fruto de ciertos afrontamientos inadecuados, el alumnado puede experimentar indefensión aprendida e incrementando su victimización.
 
“De muy negativas” se remarcan las consecuencias para los/as alumnado/as con discapacidad víctimas de acoso escolar tanto desde el punto de vista emocional, como social, como académico. Consecuencias que también son negativas para el alumnado agresor y para el alumnado espectador. Entre las que “Acoso y ciberacoso escolar en alumnado con discapacidad” recoge respecto a las víctimas encontramos: empeoramiento de las calificaciones (31,3 por ciento), el descenso de la motivación para asistir a clase (57,8 por ciento), el incremento de la tristeza (62,5 por ciento) y las “ganas de llorar” (53,6 por ciento).
 
Por otro lado, otro resultado que la investigación arroja es la variada reacción de la comunidad educativa ante las situaciones de acoso y/o ciberacoso. Así, parece que la tendencia del alumnado espectador es la de permanecer en silencio ante el acoso, si bien es cierto que cuatro de cada diez profesionales del ámbito educativo aseguran “haber defendido a la víctima y haber informado al profesorado”. La mitad de estos profesionales creen que: “Las familias de los/as agresores/as se muestran reacias ante la posibilidad de que sus hijos/as puedan actuar como tal. Y en cuanto al comportamiento de las familias de la víctima también la mitad piensa que están predispuestas a atajar y solventar la situación, “aunque, en muchas ocasiones, desconozcan cómo actuar ante el acoso”.
 
El 57,5 por ciento de los/as profesionales del ámbito educativo son conocedores de la situación de acoso porque se lo ha contado un/a compañero/a del alumno/a, o porque ha sido la misma víctima quien se lo ha confesado (56,9 por ciento). Cuando dichos profesionales toman conciencia de las situaciones de acoso suelen poner en marcha protocolos al interior del centro educativo, antes que activar procedimientos externos de denuncia. Sin embargo, la investigación concluye que: “A pesar de la existencia de protocolos de prevención e intervención contra el acoso y/o ciberacoso escolar no siempre se aplican, se desconocen, o no existen recursos suficientes en los centros educativos para su implementación”. 
 

RECOMENDACIONES SIN EXCEDENTE

 
La guía del CERMI y de la Fundación ONCE, embarcados ese deseo de abordar de manera integral estas formas de violencia entre iguales, ha reunido una serie de recomendaciones sin excedente alguno como, en primer lugar, el desarrollo de protocolos de prevención, detección e intervención sobre el acoso y/o ciberacoso escolar: “Que incorporen las necesidades específicas del alumnado con discapacidad, favoreciendo la accesibilidad de este alumnado a los mecanismos de información, orientación, prevención e intervención contra estas formas de violencia escolar”.
 
También plantea favorecer un trabajo interdisciplinar que incorpore a los diferentes profesionales del ámbito educativo, entidades vinculadas con la discapacidad y familias, y que vaya encaminado a “mejorar y/o desarrollar las habilidades sociales del alumnado con discapacidad” para, de este modo, evitar en lo posible las situaciones de acoso, y también saber reconocerlas, verbalizarlas y denunciarlas, en el caso de que ocurran. 
 
Otras recomendaciones de “Acoso y ciberacoso escolar en alumnado con discapacidad” son las de ampliar la oferta formativa dirigida a equipos directivos, profesorado, equipos de orientación y profesionales del ámbito educativo en general, en materia de acoso y/o ciberacoso escolar y discapacidad, así como la de desarrollar programas educativos con las familias, a través de las Ampas y/o entidades vinculadas con la discapacidad: “Para prevenir e identificar las posibles situaciones, así como dotar a las familias de herramientas y habilidades de comunicación, que puedan favorecer procesos adecuados de acompañamiento a sus hijos/as”. 
 
Fotomontaje de @gredossandiego realizado durante la presentación de la guía “Acoso y ciberacoso escolar en el alumnado con discapacidad” Por otra parte, aconseja el trabajo de campo incrementar las medidas de protección del alumnado con discapacidad destinadas tanto a prevenir el acoso y/o ciberacoso escolar, como a reducir el tiempo de intervención en el momento en que este ocurre, y evaluar y mejorar las campañas de prevención del acoso y/o ciberacoso escolar. Para esto último proponen el desarrollo de líneas de intervención contra el acoso que contemplen las necesidades de todos sus protagonistas: alumnado con discapacidad, agresor y espectador, comunidad escolar, y entidades sociales del ámbito de la discapacidad.
 
Mejorar y asegurar la accesibilidad de los canales de comunicación entre familiares de alumnado con discapacidad, profesionales de los centros educativos y asociaciones del ámbito de la discapacidad en pro a “desarrollar, de una forma efectiva, la prevención, detección e intervención sobre el acoso y/o ciberacoso en alumnado con discapacidad” es otra de las peticiones recogidas en este trabajo de investigación, a la que se añade la de “elaborar y divulgar guías accesibles de prevención del acoso escolar y buenas prácticas en las redes sociales”, o la de incorporar la figura del "alumnado ayudante" entre el alumnado con discapacidad.
 
Proponen las dos entidades también: “Cuidar de manera especial el acompañamiento del alumnado con discapacidad en las transiciones de las diferentes etapas educativas, ya que son momentos de mayor vulnerabilidad en el alumnado, pero especialmente entre los/as alumnos/as con discapacidad”; y acompañar de campañas de sensibilización (dirigidas a la población en general a través de los medios de comunicación) el trabajo preventivo contra el acoso y/o ciberacoso escolar en el alumnado con discapacidad.
 
Asimismo, se pide favorecer la investigación y la obtención de datos cuantitativos sobre acoso y/o ciberacoso escolar en alumnado con discapacidad, a nivel local y/o autonómico, así como por tipos de discapacidad, y avanzar hacia una educación inclusiva real que favorezca el desarrollo de currículos que “promuevan la educación en la diversidad”, más allá de los conocimientos de tipo académico. En la misma línea, se insiste en la promoción de la cooperación con las organizaciones representativas de las personas con discapacidad y sus familias para el desarrollo de actuaciones eficaces de prevención y atención a la víctima de acoso escolar con discapacidad. 
 
Como colofón, en la guía exige que la variable de discapacidad, en todas las estadísticas sobre acoso y/o ciberacoso escolar, se tenga en cuenta según manda el artículo 31 de la Convención sobre Derechos de las personas con Discapacidad.
 

PERJUICIOS PARA TODOS

 
No solo para la víctima el acoso y el ciberacoso escolar las repercusiones son “nefastas”, como las etiqueta Monjas, a corto, medio y largo plazo. Así, son “relevantes” también para el acosador o acosadora, que “aprende a maltratar y a disfrutar de ese proceso”, y la consecuencia para esa persona, entre otras, “será repetir” ese comportamiento a lo largo de su vida. Para los espectadores también las hay, recuerda esta investigadora en acoso escolar que estos: “Aprenden a ser cómplices”, y esto se traducirá del mismo modo en su vida adulta”. Pero las consecuencias del acoso y ciberacoso escolar también son para las familias, aunque, obviamente, “la víctima es quien más problemas de todo tipo tiene”.
 
Según la Consejería de Educación e Investigación, las consecuencias para las víctimas en el plano emocional son, especialmente, la baja autoestima, los problemas psicosomáticos, la ansiedad, la depresión, los síntomas de estrés postraumático, miedo, e incluso el suicidio, causado por la desesperación y la impotencia extremos. El descenso en el rendimiento académico, el abandono escolar o el absentismo, por otra parte, son consecuencias negativas académicas que sufren también las víctimas de acoso y ciberacoso escolar. Y dentro de las enmarcadas bajo el epígrafe de “relaciones sociales”, la consejería señala que, en el futuro, estas personas sufrirán la inseguridad y la desconfianza hacia los otros a la hora de relacionarse, y que podrán sufrir una profunda perturbación en el proceso de socialización.
 
Hazte oír, sé valiente. Eslogan y dibujo infantil realizado para la presentación de la guía “Acoso y ciberacoso escolar en el alumnado con discapaciLa investigación, como resultado de la encuesta realizada a profesionales del ámbito educativo, rescata por porcentajes, según tipología, las consecuencias del acoso y/o ciberacoso que vive el alumnado con discapacidad. Así, el 84 por ciento serían emocionales o psicológicas, algo más del 60 por ciento sociales, casi un 41 por ciento académicas, un punto por encima del 27 por ciento familiares, y el resto: otras o no sabe no contesta.
 
Pero como subraya en el trabajo de campo José Antonio Luengo, las consecuencias que tenga la víctima de acoso estarán en función de varios factores como: del tipo de agresión que haya recibido, de quién o quiénes la hayan ejercido, la duración e intensidad de la misma, el tipo de respuesta ofrecida, la existencia o no de una red de apoyo, la personalidad de la víctima, etc. El también miembro del equipo de Apoyo contra el Acoso Escolar de la Comunidad de Madrid da fe de que: “Hay muchos niños y niñas que generan un trastorno de personalidad que deriva en estrés postraumático, ligado a cuadros depresivos o disociativos. La persona llega incluso a vivir en un mundo paralelo, para no sufrir”.
 
También el psicólogo López Vallejo confirma, por sus intervenciones clínicas en acoso escolar, que hay síntomas muy claros identificados como que: “Se empiezan a poner nerviosos cuando están en grupo, porque tienen una sensación de inferioridad cuando están con los demás: se sienten diferentes e inferiores”. De ahí, comienzan a “aislarse” dado que “el resto de niños y niñas los rehúyen, los ignoran: están en el parque y no juegan con ellos, hay cumpleaños y no los invitan”. “El niño empieza a tener síntomas de ansiedad: mareos, sudoraciones, e incluso palpitaciones, que le llevan al llanto o a la desesperación”.
 
Es más, asegura López Vallejo que: “Muchos ya tienen vergüenza a la hora de salir a la calle, porque ya padecen rasgos paranoicos, y les parece que todo lo que está a su alrededor les va a acosar. Tienden a aislarse a permanecer mucho tiempo en espacios de seguridad para ellos –su dormitorio-, o a encerrarse mucho tiempo en el cuarto de baño. Son reacciones comunes en estos niños y niñas porque, de esa manera, se sienten seguros”.
 
El psicoterapeuta también señala, como un síntoma muy característico de este sector de la población acosado: “la indefensión aprendida”. Las víctimas de acoso, aunque también los padres, según matiza, se encuentran en una situación en la que “son incapaces de defenderse del problema del acoso”. “Y no hablamos de defenderse física o conductualmente: se trata de una indefensión aprendida emocional. Están bloqueados emocionalmente. No pueden defenderse, ya no sólo cuando sufren una agresión, sino cuando se acercan para comunicarse con ellos de una manera normal o natural”.
 
El psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón, Celso Arango, que pertenece al Observatorio de Convivencia Escolar de la CAM confirma que cuando el acoso escolar se cronifica y es grave aparece esta indefensión aprendida. La víctima, en sus palabras, piensa, siente: “Haga lo que haga o intente lo que intente, voy a ser acosado o rechazado por la sociedad”. También dice que aparece la culpabilidad: “Se vive como una culpa merecida y esto mina a la persona”. 
 
La guía “Acoso y ciberacoso escolar en el alumnado con discapacidad” tampoco pasa por alto que: “Al hablar de consecuencias para las personas víctimas de acoso escolar es necesario hacer referencia a aquéllas que se prolongan en el tiempo, o que se perpetúan hasta la edad adulta”. Algunos adultos que sufrieron maltrato en la niñez, manifiestan seguir teniendo pesadillas, recuerdos perturbadores y estrés postraumático. 
 
En este sentido, Arango, por su parte, testifica que el rendimiento menor en las aulas se repite en el entorno laboral del adulto que sufrió acoso en la infancia o juventud y que, además, consiguen peores puestos de trabajo, tienen peor calidad de vida, más enfermedades físicas, etc. “Es un fenómeno que erosiona a la persona en toda su extensión, en muy largo plazo”.
 
La ministra de Educación y Formación Profesional en funciones, Isabel Celaá, durante la clausura de la presentación de “Acoso y ciberacoso escolar en el alumnado con discapacidad” Superar las consecuencias físicas, psicológicas y sociales por parte de las víctimas de acoso y ciberacoso escolar puede llevarles años, y algunas como el estrés postraumático puede cronificarse, tal y como asegura Valdeita. “Se trata de conductas que, de forma aislada, podrían ser nimias”, sentencia, “pero, de forma recurrente, van minando a la víctima. Es un trauma que se queda atrapado en la red neurológica”.
 
Ya fue dicho en este periódico por la directora de la investigación “Salud mental e inclusión social. Situación actual y recomendaciones contra el estigma”, pero es menester recordarlo: “El acoso escolar (y añadimos ciberacoso en esta ocasión), es decir, la puesta en marcha de conductas exacerbadas de burla y rechazo por parte de un grupo de personas o una persona puede manifestarse tanto como causa (por detonarla) o como consecuencia de la enfermedad mental". 
 
¿Cuánto sufrimiento ahorraríamos al alumnado, con y sin discapacidad, víctimas del acoso escolar y/o ciberacoso, al alumnado agresor, al alumnado espectador, a las familias de cada uno de estos actores, a la sociedad como escenario de todo ese despliegue de violencia entre iguales si previniéramos con eficacia este esperpento? ¿Cuánto dinero ahorraríamos a las arcas del Estado? ¿Cuánto beneficio supondría para la población adulta que no tengan que arrastrar consecuencia nefasta alguna? 
 
Cuando la sociedad tome conciencia y se dé cuenta de que la diversidad, y dentro de ella la discapacidad, es un acicate para trascender sus miedos, sus prejuicios ante lo diferente, para crecer, nos lo agradecerán, y por fin podrán encontrarse con el verdadero conocimiento que reside en el interior, que nada teme, y que es común a todos los seres humanos. Será entonces cuando se permitan ir más allá de la ilusión de su identidad personal, esa construcción mental que hacemos cada uno, que alimentamos y sostenemos, y que no es fiable por cuánto, y con cuan frecuencia, cambia. La idea que tenemos de nosotros mismos solo insiste en separarnos, detrás está la esencia común que pugna por abrir los ojos de quienes sientan la urgencia de “ver” desde un lugar más profundo, de despertar del sueño de la personalidad, del ego.

Y como broche sirvan las palabras de la ministra de Educación y Formación Profesional en funciones, Isabel Celaá, durante la clausura de la presentación de “Acoso y ciberacoso escolar en el alumnado con discapacidad” este miércoles: “Sabemos que el factor de riesgo que predice ser víctima de acoso es ser diferente. El alumnado debe vivir la diversidad como una fuente de riqueza”. Quedémonos con su apuesta por la diversidad en las aulas, y abrámonos a vivirla en todo ámbito, sin amilanarnos, como esa fuente referida, con todo su esplendor.
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