Reportaje
Tecnología 3D, impresión inclusiva
11/03/2016
Blanca Abella
Las tres dimensiones se asemejan a la realidad en su concepto más geográfico, en su necesidad de ocupar un espacio, de hacerse volumen. Así, la tecnología que se basa en la impresión en tres dimensiones facilita el acceso a esa realidad, le da forma y ocupa un nuevo lugar. Esta tecnología, que apenas está despegando, supone un avance más para la discapacidad, una oportunidad de confeccionar a medida las piezas que faltan, las que suponen un apoyo o facilitan un acceso a las cosas, a las ideas, incluso a los sentimientos, a más vida.
“Es lo que llevamos buscando hace años”, afirma
José Antonio Muñoz, del Cidat (Centro de Investigación, Desarrollo y Aplicación Tiflotécnica de la ONCE) en su intervención en el VI Congreso Internacional de Diseño, Redes de Investigación y Tecnología para todos DRT4ALL, 2015. “Podemos imprimir prototipos en muy poco tiempo y pasárselos al usuario final para que nos de su opinión o posibles cambios y podemos volver a definir el prototipo en muy poco tiempo, sin ningún problema; además de la posibilidad de personalización, es decir nos podemos permitir el lujo de hacer una solución ad-hoc para cualquier tipo de persona”, explica.
“Son trajes a medida, estudiando los movimientos del usuario, sus posibilidades”, afirma
Julián Carabaña, maestro de taller del Ceapat (Centro de Referencia Estatal de Autonomía Personal y Ayudas Técnicas).
El Ceapat cuenta con un taller donde todavía se trabaja con grandes máquinas de carpintería y algún otro accesorio mecánico para crear y fabricar artesanalmente adaptaciones y apoyos para personas con discapacidad, pero ese gran espacio ha encontrado un aliado, que no adversario, en una pequeña máquina que, en un rincón, escupe un material plástico capaz de moldear algunas piezas mágicas en 3D. Mágicas porque logran con muy poquito hacer grandes cosas. La impresora en 3D lleva tan solo año y medio trabajando en el Ceapat, imprimiendo piezas de pequeño tamaño a medida, pero ese pequeño paso ya ha supuesto un gran salto. “En solo año y medio para nosotros ha sido un avance enorme porque logramos un trabajo más personalizado, más adaptado, a medida, y nos ahorra mucho tiempo de trabajo que empleábamos en el taller cortando, pegando, etc. y ahora es sobre todo diseño y eso favorece los cambios porque se pueden variar más rápidamente con un programa de ordenador”.
Julián Carabaña recuerda los tiempos iniciales, cuando los primeros pulsadores para personas con movilidad reducida (todavía utilizados) se crearon utilizando las llaves de la luz, o cuando comenzaron a hacer uso de las cajas de CD para pulsadores de mayor tamaño, incluso la utilidad inesperada del soporte flexible de una sombrilla de sillita de bebé… la imaginación de los maestros de taller del Ceapat sigue funcionando, aliada con las nuevas tecnologías, pero recurriendo siempre a cualquier objeto o idea que aporte aunque sea un grado más de accesibilidad.
El pulsador, en sus múltiples variaciones, es uno de los elementos que más se trabaja en el Ceapat puesto que cuando una persona tiene graves dificultades para controlar su movilidad, el uso de uno o varios pulsadores se plantea como una vía para conseguir que esta persona interactúe con su entorno. En un proceso de evaluación previo se analizan las diversas capacidades motoras del individuo y su interacción con los diversos pulsadores que existen en el mercado. Todo esto se hace con un fin: ofrecer al usuario un medio para interactuar con su entorno y comunicarse con otras personas. Las actividades que se pueden llevar a cabo con un pulsador son muy variadas, cubriendo el campo del ocio, la comunicación o la educación. Cada actividad requerirá disponer, además de los pulsadores, de unos dispositivos de adaptación o control específicos.
En el caso de los menores, los pulsadores han logrado mejorar el acceso a la educación e incluso el aprendizaje y disfrute con juegos y juguetes. En el Ceapat son expertos en la atención a esta pequeña población con discapacidad y adaptan numerosos objetos para ellos, para las escuelas y para casos particulares, hasta allí llegan juguetes de algún niño que quiere hacer algo tan sencillo como darle a un botón mágico que hace que el dinosaurio mueva la cabeza y ruja de forma estrepitosa.
La impresión en 3D ha venido a fortalecer esta labor aportando una precisión que antes no se lograba y agilizando el proceso, ha sumado, porque la creatividad y la artesanía sigue siendo necesaria en el taller del Ceapat, donde no se trabaja de manera industrial, es un trabajo individualizado y personalizado, a medida, para personas con necesidades muy variadas y muy precisas.
Doméstico y gratuito, pero valioso
Y en una búsqueda constante de innovación y mejora, el Ceapat ejerce también la vigilancia sobre todo lo que puede aportar ese nuevo mundo del 3D y ha explorado las posibilidades desde Internet, tal y como explica Julián Carabaña: “Lo bueno de la 3D es que todo es abierto, los programas son gratuitos, los descargas de Internet se hacen de manera gratuita y se trabaja mucho en común, se crean diseños que se ponen en abierto y quienes acceden al mismo, además de utilizarlos, pueden incluso ayudar a mejorarlos, se retroalimentan, todos comparten y así todos se benefician”. Este pequeño-gran mundo se concentra en lo que denomina ‘repositorio’, los repositorios de 3D para impresoras domésticas, y el Ceapat ya se encuentra registrado en uno de ellos,
thingiverse, “donde todo lo compartimos”, afirma Carabaña.
Se trata de acciones y proyectos domésticos, de ahí que sea todo gratuito, porque en el diseño y la creación industrial, destinado a comercializar productos o servicios, está todo bien cerrado. Pero incluso en lo doméstico se logran grandes avances, como la pequeña impresora del Ceapat que imprime durante toda la mañana piezas fundamentales para la vida de una persona, dos o tres, a su medida. Es el presente y el futuro, porque las posibilidades de esta tecnología son numerosas, como explica
David Zanoletty, Jefe del Departamento de Tecnologías Accesibles e I+D de la Fundación ONCE: “En el día de mañana probablemente puedan construirse sillas de ruedas o algún otro producto de apoyo, ya hay algunos casos de prótesis, pero todavía está afianzándose”. Todavía quedan por perfilar detalles, como es el material utilizado, que actualmente es el principal motivo de estudio ya que la posibilidad de aplicar esta tecnología, por ejemplo, a la reconstrucción de órganos humanos es uno de los objetivos a tener en cuenta, como asegura Zanoletty: “imprimir un órgano en 3D tiene un punto de mejora impresionante y es que el órgano sería idéntico al tuyo propio, exactamente igual y eso tiene una peculiaridad muy beneficiosa”.
El avance sin duda es notorio, como explica José Antonio Muñoz, del Cidat, : “Hasta la llegada del 3D teníamos recursos, se conseguían buenas soluciones pero había algunos problemas, por ejemplo se requería mucho personal de alta cualificación, como torneros, fresadores, técnicos de mantenimiento para inyección... además la maquinaria no podía con cualquier geometría, los tiempos eran mayores, era difícil corregir los problemas de diseño, y a veces suponía empezar de nuevo o poner lo que llamamos postizos, pero sobre todo, difícilmente se pueden resolver situaciones individuales”.
En el Cidat atienden a las personas con discapacidad visual y la 3D consigue en este caso aplicaciones diversas, como son por ejemplo las matemáticas para escolares, ya que es tremendamente difícil hacer entender a una persona ciega, en una gráfica, cómo se desplazan los valores en dos ejes cuando vas cambiando las variables, de ahí que poder imprimir las gráficas en 3D suponga un importante aporte educativo. Y si es difícil aprender las matemáticas, no lo es menos el caso del arte, que se aprende habitualmente con fotos, dibujos o filminas, o la geografía, con los mapas que ahora sí, se imprimen fácilmente en 3D para poder aprenderlos. “A partir de la impresión 3D nos dimos cuenta de que podíamos aportar más valor para que esos conceptos fueran adquiridos. Empezamos a realizar figuras 3D y estamos obteniendo tan buenos resultados que incluso nuestro museo tiflológico nos pide maquetas”, explica Muñoz.
Según las conclusiones que aporta este experto del Cidat, la impresión en 3D reduce e incluso elimina problemas que se daban en procesos de mecanizado en taller; resulta más eficiente e incluso optimiza tiempos de ejecución; mejora la comunicación técnico-usuario ya que al tener un modelo 3D es más fácil transmitir la información del producto; se pueden abordar proyectos que antes no eran viables; las adaptaciones ergonómicas personalizadas son más aceptadas por parte de los usuarios ya que participan desde el principio en el diseño y creación de la adaptación… casi todo, o todo, son buenas noticias.
Democratizar las prótesis
La utilización de impresoras de tres dimensiones permitirá también abaratar hasta lo inimaginable el precio de las prótesis que precisan quienes han sido amputados o tienen una deformación, lo que sin duda revolucionará “un mercado inflado” al que muchos no tienen acceso. Así lo cree firmemente
Abraham Otero, coordinador del Grado en Ingeniería Biomédica de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad Ceu San Pablo y que trabaja en el laboratorio FabLab Madrid CEU de la red mundial de laboratorios del
Center for Bits and Atoms del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Como único socio español de la ONG
Enabling the Future (dedicada a facilitar prótesis a niños de familias sin recursos), este laboratorio ya ha implantado su primera mano a un niño de 6 años de Santander, y trabaja en la fabricación de varias prótesis más.
Según Otero, este tipo de “prótesis pasivas cuestan en el mercado 9.000 euros, y nosotros la hemos valorado en 40”. Es cierto que en el FAB se trabaja de forma voluntaria para este proyecto, pero aun así “la utilización de PLA (material plástico para las impresoras 3D ) supone una reducción de costes que democratizará el sector, muy relevante sobre todo si nos referimos a niños, que crecen y posiblemente cada año o cada dos años necesiten cambiarlas”.
Además, estas prótesis se fabrican a medida, a partir de fotografías, con lo que no es necesario que un niño encuentre en el mercado la prótesis que mejor pueda adaptarse a él. “Aquí cada pieza la diseñamos e imprimimos a medida”, explicó. En opinión de Otero, el actual mercado de las prótesis “está inflado y se aprovecha de la falta de oferta”, por lo que la generalización de este tipo de tecnología “sin duda lo abaratará y hará mucho más accesible”.
La impresión en 3D resultará también de gran utilidad en países de África subsahariana, donde un alto porcentaje de su población ha sufrido amputaciones por las guerras y el precio actual resulta prohibitivo. "Ya hay ONG que trabajan con nuestra red para facilitar prótesis a amputados en Sudán", señala Otero, con la ventaja añadida de que “podemos diseñar a partir de fotografías, sin que la persona tenga que estar presente, y de una forma mucho más rápida”. De hecho, la mayor parte del proceso se debe al tiempo que tarda la impresora en escupir el plástico fundido con el que fabrica las piezas, explicó. “Las posibilidades, sobre todo para niños, son increíbles”.